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 EL CALIFATO DE WASHINGTON.

 

abu bakr bagdadi anuncia el califato

 

El plan de “caos constructivo” extiende un arco de destrucción por toda la zona

 

 

Por Ernesto Gómez Abascal - Especial para Alahednews

 

 El último Califato lo abolió Mustafá Kemal Ataturk, hace ahora 90 años, cuando instauró la república moderna en Turquía.  Hasta poco antes, el derrocado sultán turco también ostentaba el cargo de “Califa”, que en su traducción del árabe significa “sucesor”, refiriéndose a aquellos que heredaban esta autoridad política religiosa del fundador de la religión islámica. La prensa occidental ha formado gran alboroto con la proclamación de un Califato hecha, el primer día del sagrado mes del Ramadán, por Abu Bakr Bagdadi, dirigente máximo de la organización armada terrorista “Estado Islámico de Iraq y Levante (Daesh)”. Este alboroto ha estado fundamentado también en el sorprendente y rápido avance de sus tropas dentro del noroeste de Iraq y la ocupación de algunas importantes ciudades, como Mosul, segunda más poblada del país.

 

 En alguna medida, detrás de tanta información y propaganda sobre Daesh y su pretendido Califato, cuyos crímenes, caracterizados por su crueldad, ellos mismos se han encargado de divulgar, se encuentra el interés islamofóbico patrocinado por Occidente en las últimas décadas, especialmente después de la desaparición de la Unión Soviética y el socialismo en Europa oriental. Para los Estados Unidos, su aliado sionista y los socios de la OTAN, era necesario encontrar un nuevo enemigo y en el Medio Oriente existían gobiernos que le hacían oposición y defendían su independencia. Allí además, estaban el petróleo y el gas necesario para asegurarle la supremacía mundial en “El Nuevo Siglo Americano”. Las teorías sobre esto son sobradamente conocidas.

 

 

La llamada primavera árabe

 

 En los últimos años, la llamada “primavera árabe”, en principio constituyó una sorpresa para Washington. Los gobiernos de Túnez y Egipto, donde comenzaron las manifestaciones, eran buenos aliados y se trató, en los primeros momentos, de preservarlos o salvar lo que fuera posible de ellos para evitar un cambio total de régimen. Allí no fueron enviados los aviones de la OTAN para proteger a los civiles, ni se enviaron a luchar tropas extranjeras ni “yihadistas” para derrocar los gobiernos represivos, corruptos y antidemocráticos de Ben Alí y Hozni Mubarak.

 

 Sin embargo, no ocurrió lo mismo en Libia, donde la aviación de la Organización de la Alianza Atlántica decidió el desenlace de la guerra desde el aire y con la ayuda predominante de “yihadistas” extranjeros derribaron al incoherente y poco defendible gobierno de Gadafi. Hoy se conoce que el argumento esgrimido para que la Liga Árabe y después la ONU aprobaran la intervención extranjera –una supuesta matanza realizada por tropas del gobierno en Bengazi-, nunca existió. Sin embargo, un hecho significativo ocurrido algún tiempo después en esta ciudad, nos remite a los orígenes del “Califato de Washington”, pues los mismos “yihadistas” que lucharon bajo la coordinación de los Servicios Especiales estadounidenses y de sus socios occidentales para liquidar al líder libio, asaltaron el consulado estadounidense en esa ciudad y dieron muerte al recién nombrado embajador norteamericano en Libia, quien antes había sido el jefe y coordinador de las acciones violentas que estos llevaron a cabo en el país norafricano. En esta ocasión la Sra. Clinton no pudo decir: “llegué, vi y murió”, y más bien fue criticada y hasta responsabilizada por la muerte del diplomático y agente yanqui.

 

Afganistán y el califato terrorista

 

 Los antecedentes del recién proclamado “Califato terrorista”, hay que buscarlos en Afganistán en los primeros años de la década del 80, cuando el gobierno estadounidense decidió financiar y promover el movimiento islámico extremista para desangrar y desgastar al ejército soviético que había entrado en este país con el objetivo de mantener la estabilidad del gobierno aliado. En aquel entonces, fue Znigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, uno de los principales ideólogos de esta política, la cual Ronald Reagan continuaría con mayor intensidad y ya en marzo de 1985 emitiría la Directiva de Seguridad Nacional 166, autorizando incrementar la ayuda militar a los muyahidines, así como llevar a cabo el adoctrinamiento de los religiosos extremistas. Por esa época, Osama Ben Laden era el coordinador del entrenamiento de los voluntarios que se enviaban a los campamentos y madrazas (escuelas islámicas) establecidas en Pakistán. Existía (y existe) una estrecha colaboración entre este último país, Arabia Saudita y la Agencia Central de Inteligencia de los EEUU, con el objetivo de crear un valladar islámico a la posible ampliación del comunismo en esa sensible región.

 

 Según fuentes confiables, fueron reclutados alrededor de 35 mil musulmanes de 43 países para combatir contra los soldados soviéticos en Afganistán, quienes salieron muy mal parados de aquella contienda en tanto que una parte de los miles de islámicos reclutados, regresaron a sus países de origen o se dispersaron, ya con la experiencia militar adquirida y pertrechados en muchos casos de ideas peligrosamente extremistas y “yihadistas”. De esta tropa saldrían las células de Al Qaeda u organizaciones afines que han venido cometiendo actos terroristas en diferentes partes del mundo, incluidos los espectaculares ataques a las Torres Gemelas en New York y al Pentágono. Estos son los hijos del Frankenstein creado por los propios gobernantes de Washington, aunque la “prensa libre occidental”, se abstenga de abundar en la explicación de la historia real.

 

 

plano del supuesto califato

 

Guerra contra Siria

 

 Pero los gobernantes de Washington, en su empeño hegemonista, no escarmientan, y con el objetivo de derrocar al gobierno de Damasco, aliado de Irán y Hezbolá en Líbano (sus otros objetivos) y centro de la resistencia árabe al expansionismo sionista, promovieron de nuevo el reclutamiento de cuanto terrorista fanático yihadista-takfirista pudieron reunir, y en coordinación con sus aliados del Golfo y Turquía, se encargaron de pertrecharlos con todo tipo de recursos económicos y militares. A pesar de manifestar ciertos escrúpulos y preocupaciones ante el rápido dominio de la oposición militar que desplegaron los de Daesh, quienes se impusieron, incluso por la vía armada, al llamado Ejército Libre de Siria y otras organizaciones como Al Nusra, dependiente de Al Qaeda, el presidente Obama aprobó continuar ofreciendo su ayuda a estos mercenarios a través de sus aliados en la región.

 

 Sin embargo el gobierno sirio ha continuado resistiendo y obteniendo logros en la confrontación militar e incluso ha recibido un mayor apoyo de su pueblo. Las fuerzas de Daesh han sido parcialmente rechazadas allí y tal vez este sea el principal motivo de que hayan traspasado la frontera hacia Iraq, donde en la provincia de Ambar (noroeste), ya contaban con bases y con cierto grado de apoyo, pues siendo su población mayoritariamente sunita, se sentía marginada por la política sectaria del gobierno central de Bagdad, cuyo presidente Maliki, también había estrechado relaciones con Teherán, en contra de la voluntad de Washington y de las petromonarquías wahabíes del Golfo. El gobierno de Maliki había también pasado a ser importante aliado de Siria.

 

Daesh avanza hacia Bagdad

 

 En la provincia de Ambar existía en la práctica un estado de rebelión contra el gobierno, reclamaban una autonomía similar a la que gozan los kurdos en las tres provincias del norte de Iraq y allí, desde hace tiempo, habían estado trabajando los servicios especiales de Arabia Saudita, Qatar y Turquía. Remanentes del gobierno de Saddam Hussein y otros elementos tribales sunitas, se unieron al avance de Daesh hacia Bagdad y parte de las Fuerzas Armadas iraquíes, entrenados por asesores estadounidenses, a quienes muchos odian, han dejado de pelear.

 

 El gobierno de Obama se encuentra cogido en una situación muy difícil. No simpatiza con el gobierno de Al Maliki, pues este ha derivado hacia una posición pro iraní y siria y quisiera que este fuera derribado. Tampoco puede permitir el fortalecimiento de un gobierno que desde Bagdad se oponga a sus planes en la región, después de haber librado una costosa guerra en la cual de manera falsa, se proclamaron vencedores.

 

 

el califato del terror y la destruccion

 

 Entonces, tal vez su objetivo sea alentar a las diferentes partes en conflicto y desarrollar su ya conocido plan de “caos constructivo”, extendiendo un arco de destrucción por toda la zona, que le permita después “intervenir humanitariamente”, establecer más fácil nuevas fronteras de acuerdo con sus intereses, sin comprometer fuerzas de tierra estadounidenses. El Califato que ellos hicieron nacer hace más de 30 años en Afganistán, tal vez les pueda servir coyunturalmente para esto.

 

 Sin embargo, y ahí posiblemente esté el error estadounidense, no tienen en cuenta que estos fanáticos yihadistas, siempre continuarán preservando células, con combatientes capacitados, que de nuevo podrían también golpearlos a ellos cuando menos se lo esperen. Ya ha sido probado, y en Washington lo saben.

 

 El pueblo norteamericano no debería permitir que se le manipulara y engañara por “la gran prensa canalla” que responde a los intereses de los grandes centros financieros y al complejo militar industrial, y tendría que exigir a sus dirigentes políticos que dejen a un lado el aventurerismo que tantas vidas de jóvenes ha costado y a que actúen con responsabilidad.

 
 
 
 

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