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 Breve recuento por la vida del Che.

 
 
 

Ernesto Che Guevara

 

Durante el mes de junio, varios lectores de Cubadebate, ante la propuesta de reflexionar en torno a la presencia del Che en el proyecto social cubano, dejaron a modo de comentarios, un grupo de dudas, interrogantes y planteamientos polémicos relacionados con este tema. Hoy publicamos un primer texto, que pretendemos funcione como punto de partida. En él se mencionan detalles de la vida del Che, la mayoría seguramente conocidos, pero que servirán de anclaje para aquel lector no tan familiarizado con la figura del Guerillero Heroico, y le permitirán comprender mejor los futuros artículos que se publicarán en este sitio.

 

Para ser como el Che… ¿qué hay que hacer?

 

Por Milena Hernández.

Centro de Estudios Che Guevara

 

El reloj marca las ocho de la mañana. Una gran multitud de niños y niñas se amontonan y forman según los grados para entonar a coro las notas del himno nacional. El grupo de 4to A realiza el matutino correspondiente a las efemérides del mes de junio. Con gran emoción cantan una canción dedicada a Antonio Maceo y a Ernesto Che Guevara. Antes de partir a las aulas una frase recorre el patio: Pioneros por el comunismo ¡Seremos como el Che! Horas después se les ve salir del recinto escolar. Despeinados, con la pañoleta al revés, la camisa por fuera y los tirantes de la saya enroscados vuelven a sus casas para terminar el día. ¿Cuántos de ellos se habrán preguntando en algún momento -incitados o espontáneamente-: qué significa ser como el Che?

 

Ernestico, el Pelao, Fúser, Ernesto, el Che, el Guerrillero Heroico. Aunque pocos lo saben todos ellos son parte de la historia del niño que una vez fue Ernesto Guevara de la Serna. Hijo de Celia de la Serna y de Ernesto Guevara Lynch nació en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928. Una pequeña casita de madera construida por el padre en plena selva misionera fue el hogar de la joven familia. Años después comenzarían a cambiar de domicilio en busca de un ambiente propicio para la salud del pequeño, quien desde temprano comenzó a padecer asma. No fue esto sin embargo impedimento alguno para que rodeado de hermanos y amigos, su infancia se desarrollara entre juegos, deportes, mascotas, gustos y aficiones, en un contexto que particularizó la historia de su país y en general, del mundo entero.

 

La dedicación de sus padres y el empeño que mostraron en la educación de sus hijos se vio claramente reflejada en Ernesto. Estudia francés de la mano de su madre, ajedrez por medio de su padre, y pasa largas horas devorando los clásicos de Julio Verne, Emilio Salgari, Alejandro Dumas y Jack London. Más adelante, cuando apenas afloraban los primeros indicios de su adolescencia, lee Sigmund Freud, José Ingenieros, Platón, Aristóteles, Bacon, Russell. Es para ese entonces un joven al que el fútbol, la literatura, el estudio, los experimentos, la fotografía y los intereses más variados integran su rutina y sus más intensas jornadas en las que el humor inteligente y el sentido crítico de “lo cotidiano” dan paso a la investigación, la exploración, la búsqueda, los viajes.

 

Las provincias más pobres del norte argentino lo ven pasar en una bicicleta que se anuncia gracias a un motorcito marca Micron que le ha instalado; única compañía y testigo de los más de 4000 kilómetros que anduvo por sus carreteras, sus pueblos y sus hospitales. Un diario no recuperado en su totalidad narra los secretos y los más íntimos pensamientos de aquel que se sabe inconforme con lo que ve, y que presiente en su interior la inminencia de nuevos descubrimientos sociales. A la par se concentra en la profundización de sus lecturas, amplía unas libretas a las que titula Cuadernos Filosóficos y en ellos organiza nombres de filósofos, relaciona conceptos con escuelas de pensamiento, sintetiza la vida de algún que otro personaje histórico. En resumen: lee, estudia, amplía su universo cultural y con todo ello, junto a una mochila que tiene más libros que comida sale en busca de la realidad latinoamericana.

 

Los estudios de medicina que comenzara en Buenos Aires allá por el año 1947 habrán de esperar seis inolvidables meses. Durante ese tiempo él y su amigo Alberto Granado inician el año 52´ recorriendo el continente americano. Las vivencias que experimentara lo mismo en Chile, Perú, Colombia, Venezuela son garabateadas en un diario y reelaboradas en forma de crónicas narrativas en un texto que llamaría Notas de Viaje, y que revela -entre muchas otras cosas- los extraordinarios cambios que experimentara en su interior al conocer América por dentro. La amplitud de su formación cultural, cultivada con deleitación de artista, su capacidad para expresar lo vivido por medio de la literatura, la fotografía y la vivencia misma se entrecruzan por segunda vez al año siguiente. Se gradúa de médico en tiempo récord y en julio de 1953 inicia un nuevo y definitivo recorrido. En esta oportunidad lo acompañará Calica Ferrer, viejo amigo de la infancia.

 

Recorren Bolivia, Perú, Ecuador… Ernesto redefine su plan inicial de reencontrarse con Alberto en Venezuela y se orienta hacia Centroamérica. Visita junto a su nuevo acompañante Gualo García, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y finalmente Guatemala. En las páginas de su nuevo diario titulado Otra vez es posible advertir el impacto que el proceso revolucionario desarrollado en ese país provocara en el joven. Allí, al tiempo en que amplía sus estudios de Filosofía, en particular la teoría marxista, conoce a un grupo de cubanos exiliados asaltantes del Cuartel Moncada, en especial a Ñico López. Conoce a Hilda Gadea, exiliada peruana que sería su primera esposa y madre de su primera hija. Poco tiempo después viaja a México en compañía de quien sería su amigo y compañero Julio Roberto Cáceres Valle “El Patojo”, con quien comparte trabajo como fotógrafo en las calles.

 

Un alegre reencuentro marcaría el resto de los acontecimientos. En junio 1955, gracias a la acción de Ñico López conoce a Raúl Castro quien propiciaría el encuentro con Fidel días después de su llegada a la tierra de los mayas. Desde entonces y ya para siempre quedaría Ernesto, apodado cariñosamente por los cubanos como el Che, vinculado a la historia de la Revolución Cubana. Los sucesos acontecidos con posterioridad son tal vez más conocidos por nuestros niños y jóvenes: su incorporación a la expedición del Granma en su condición de médico, su participación directa como combatiente en la Sierra Maestra, sus acciones como Comandante al mando de la segunda columna que creara Fidel, la fundación del periódico El Cubano Libre y de Radio Rebelde entre muchas otras acciones. Es así que con frecuencia encontramos al Che Guevara y a Camilo Cienfuegos en la memoria colectiva de nuestro pueblo asociados con la invasión a occidente al mando de las columnas 8 y 2 respectivamente. En ese sentido es quizás la ofensiva de Las Villas y la histórica batalla de Santa Clara la gesta más conocida y más admirada de Ernesto Che Guevara por nuestros escolares.

 

Sin embargo, mucho más hay en la vida, en la obra y en el pensamiento de tan especial ser humano, cuya formación no culmina en enero del 59` sino que se extiende de formas inusitadas a los más disímiles lugares, con las más diversas responsabilidades, con las más increíbles muestras de amor, de esperanza y de fe en el porvenir. Comienza así una etapa sumamente enriquecedora para el pueblo de Cuba entero. Para el Che Guevara serían los años venideros una auténtica escuela revolucionaria en las que su preparación política y su formación filosófica se unirían a su humanismo militante, su antiimperialismo, su anticolonialismo y su latinoamericanismo, en el tremendísimo esfuerzo que realizara para construir -de la mano de Marx, Engels, Lenin, Fidel, Martí- el período de transición en un país que marcaba un antes y un después en los procesos de liberación en el continente americano.

 

En sólo seis años Che asume una gran multiplicidad de tareas de gran impacto nacional e internacional. Es nombrado Jefe Militar en la zona de La Cabaña en la Habana, le otorgan la ciudadanía cubana por nacimiento en reconocimiento a sus méritos, funda la revista Verde Olivo, realiza disímiles misiones representando a nuestro país en el exterior, ocupa el frente del Departamento de Industrialización del Instituto de la Reforma Agraria (INRA), es nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba y presidente del recién creado Ministerio de Industrias. En medio de tanto trabajo y dedicación encontró siempre un espacio para la lectura, el debate, la reflexión crítica. Publica en esos años un sin número de artículos y algunos libros, inicia las jornadas de trabajo voluntario en el país, impulsa con su ejemplo las enseñanzas más profundas de la teoría marxista e introduce al (auto) análisis constante de su quehacer revolucionario a escala global una filosofía que se apellida praxis.

 

Como en una secuencia fílmica de esos inolvidables años, en junio del propio 59 se casa con la combatiente Aleida March. Nacerían de esa unión cuatro hijos: Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto.

 

En abril de 1965 se dispone a cumplir nuevamente su misión como revolucionario al servicio de los pueblos del mundo. Parte hacia el Congo belga con el objetivo de fortalecer el Movimiento de Liberación allí presente. Al no lograrse el propósito, luego de permanecer oculto unos meses en Tanzania y Praga -donde aprovecha para estudiar y analizar la experiencia congolesa en su totalidad- Che regresa clandestinamente a Cuba.

 

Se prepara en una zona de Pinar del Rio con un reducido grupo de combatientes para continuar su proyecto de liberación continental en Bolivia. La gesta culmina de manera fatal por motivos varios. El 8 de octubre de 1967 libra el Che su último combate en una zona conocida como la Quebrada del Yuro. Al día siguiente es asesinado en una escuelita del poblado de La Higuera y enterrado en una fosa común. Treinta años después, un 28 de junio de 1997 especialistas cubanos y argentinos, con el apoyo de las autoridades bolivianas, encuentran sus restos junto a otros compañeros enterrados en Valle Grande.

 

A la luz del presente, de esto que pudiera llamarse fríamente “historia”, se desprenden no pocas lecciones susceptibles de ser objeto de estudio en cualquier ciclo y/o nivel de enseñanza. Sin embargo, la mejor de todas -si se quiere- tendría lugar allí donde el compromiso y el apego a la verdad se adhieren al rescate del pensamiento y de la acción profundamente altruista de Che Guevara, allí donde los sueños se convierten en realidad de la mano de quien se entregara plenamente por el bien de la humanidad toda. Con todo ello, ser como el Che resultaría palpable desde su comprensión integral, desde el todo y no simplemente desde una de sus partes, desde el proceso y no desde el resultado, desde lo colectivo y no simplemente desde lo individual, desde lo que nos identifica y también desde lo que nos diferencia, desde el sentido y no desde la consigna, desde lo asumido y no desde lo asignado.

 

El ser consecuente, el amor al otro, la confianza en el hombre, la responsabilidad frente al estudio y al trabajo, la crítica como elemento consustancial al ejercicio revolucionario, la solidaridad sencilla y cotidiana, el internacionalismo profundamente voluntario y el «ser capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo» es el homenaje más auténtico que se le pudiera hacer a Ernesto Guevara de la Serna en el ejemplo y en la voluntad férrea que significa el enunciar generación tras generación el famoso lema de nuestros pioneros.

 

Que sean escolares sencillos diría el Apóstol en sus Versos, depende en buena medida de lo que como pueblo seamos capaces de inculcarles. La admiración, pero también la posibilidad de ser uno mismo al tiempo en que asumimos, producimos, recreamos, enseñamos lo más valioso de nuestra identidad como cubanos a través de los valores que nos legaran la vida y la obra de nuestro querido Guerrillero Heroico, también Ernestico, el Pelao, Fúser, Ernesto, el Che, más que una necesidad es una obligación moral de todos los que creemos que un mundo mejor será posible siempre que dotemos de sentido y llevemos en el corazón a hombres que como el Che Guevara lo dieron todo por el porvenir de nuestra América.

 
 
 
 

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