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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 La jauría amaestrada contra Cuba.

 
 
 

Wilkie Delgado Correa

“es fácil el  amaestramiento de un perro”, según el diccionario.

Los  idealistas y los abanderados de los nobles ideales han sido siempre soñadores persistentes y tenaces  y, por lo tanto,  han  imaginado mundos posibles y hasta imposibles, esas adorables utopías tan calumniadas,  despreciadas y vilipendiadas a veces, y han mirado más allá de los horizontes limitados de esos seres pragmáticos terrenalmente apegados a mezquinos y egoístas intereses, alcanzables fácilmente con sus largas  manos ávidas y codiciosas.

Pero, sin duda alguna, esos mismos idealistas,  aunque acusados de  andar encaramados por las nubes, han sabido, queriéndolo o no, tener los pies bien puestos y firmes sobre la tierra, pues  por ella han imaginado y soñado,  y han estado dispuestos a morir o a vivir en un perpetuo sacrificio o en luchas infinitas. Esa ha sido la razón de sus vidas. Es  así como se han pertrechado de una filosofía sobre la existencia y  sobre el cúmulo de realidades  y relaciones sociales que han imperado e imperan en esta humanidad contradictoria  que hemos sido, somos y seremos.

De  ahí que el genio de Cervantes pusiera en  boca  del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha la tan significativa frase: “Deja que ladren, Sancho”,  o que ese genio que fue José Martí la complementara con otra frase enriquecedora: “No  llegan  lejos, los que le hacen caso o se detienen ante los ladridos de los perros que le salen en el camino”.  Y ambos estaban usando  un símbolo para ilustrarnos que cuando nos empeñamos  en una obra valedera  y trascendente,  hay que desatender las distracciones inoportunas,  o la alharaca provocativa,  o  la amenaza más o menos fiera, o incluso el ladrido lastimero, como de perro desesperado  o  asustado.    Si  los perros naturales representan eso en el mundo real, sin otro impulso que el de su instinto animal, la jauría amaestrada en perseguir o matar a sus presas, sean a animales u hombres, es mucho más peligrosa,  pues se guía por los designios malévolos de un  amo sin  piedad.

Pero cuando de política y de obra humana se trata,  tal como hacían referencias Cervantes y Martí, la jauría amaestrada está constituida por hombres, una ralea heterogénea,  conformada por amos que la instigan a actuar con la fiereza que su naturaleza innata o adquirida les  impulsa a obrar contra quienes se les azuza.  Esa  es la realidad de la jauría de dentro o de fuera que se lanza, con todo el odio  acumulado, y en  pos  de todo el oro acumulable, contra una presa que no les ha sido fácil y contra la cual más de una vez se han  estrellado sus dientes:  Cuba.

Cuando Ud analiza el carácter de sus ladridos,  variados según los canes que participen, ya a título individual o grupal, se percatará que los ladridos, perdón debo decir palabras, llevan tal carga de odio, violencia, desatino, intolerancia, zafiedad, etcétera, que si se les permitiera reinar por un solo día en una tierra cariñosamente conocida por Cubita la Bella, por demás generosa y altruista, pasaría lo que tratan de encubrir con disfraz de  piel  de cordero: la sangre correría hasta los ríos y los mares a todo lo largo y ancho   del país, y sólo se escucharía –¡oh, gran triunfo de la democracia jauríaca y jurásica!- los vengativos ladridos, acompañados de las dentelladas despiadadas, primando sobre las voces de aquellos idealistas que un día y durante años quisieron y osaron tratar de alcanzar el cielo  por asalto,  y  lo lograron.

Lea lo que escriben ignaros mortales, sapientes políticos y politólogos, ilustres escritores de derecha –sólo tienen ese lado del cuerpo para mirar al Norte, para extender el brazo diestro hacia los  abundantes dineros,  para pensar, con  los reflejos condicionados  del hemisferio derecho del cerebro,  sobre un mundo que ambicionan,  como alucinados cavernarios, que les pertenezca  sólo   a ellos,  y  al cual puedan destripar a sus antojos, como se deshojan   estúpidamente los pétalos de una esplendorosa flor. Ah, por cierto, olvidaba a los pluses izquierdistas,  y a los izquierdistas derechizados, dos especies que también pujan por hacerse de un sitio en el festín neoliberal o de la post-modernidad.

En  fin, si Ud quiere conocer la verdad sobre Cuba, porque realmente es necesario conocerla,  vea lo que dice y  cómo lo  dice  la jauría amaestrada, y piense en la historia gloriosa,  pasada  y   presente, de este país capaz de derrotar  dictaduras e imperios, en la consecución de sus ideales de  libertad,  independencia, soberanía, autodeterminación  y  justicia.

Piense en lo que significaría  para su nación y su pueblo  - sí, el de Ud. mismo, ponga el nombre de su  patria – si los  Estados Unidos le declarara una guerra diplomática, financiera, comercial, económica, migratoria,  mediática, de amenazas  y agresiones armadas  y para colmo, todos los países vecinos practicaran semejante bloqueo, amparados en  una posición común impuesta por el mandamás hegemónico. ¿Ha pensado en algún  instante qué pasaría en su país? ¿Conoce Ud. que esto no es una supuesta ficción de quien escribe, sino que es la realidad conocida y condenada por votación años tras años en  Resolución de la Asamblea General de la ONU contra los EE.UU, con la excepción de ese país e Israel,   en el pasado año?

Piense en el pueblo cubano  y  su gobierno, acusados de todos los horrores y errores,  de todas las miserias  y entuertos de este mundo, de todas las alas de libertad cortadas, de todos los derechos violados,  de toda participación democrática anulada,  de todos los males sociales existentes y  derivados de su economía  y organización  socialista. Piense en todo eso,  y en mucho más  que repiten como papagayos, pero también piense en quienes lo dicen, quienes están detrás de los que dicen,  por qué lo dicen,  cuánto cobran por lo  que dicen, cuánto hay de mentiras y pura mentecatez de sietemesinos  y vendepatrias.

Piense en la realidad cubana que no es perfecta, que  durante más de cincuenta años ha debido sortear peligros  para su supervivencia como  ningún otro pueblo del mundo, y que,sin embargo,  según  los organismos internacionales serios, no según  la jauría mercenaria,   Cuba posee unos de  los mejores indicadores de salud, educación, deportes, cultura, seguridad alimentaria, y  otros indicadores sociales, entre  los pocos  países del  tercer mundo  con indicadores satisfactorios  -véase el cumplimiento de las metas del  milenio- y  en algunos supera  a países  altamente  desarrollados.    

Piense qué otro país del mundo, sino Cuba, practica una solidaridad y cooperación en todos los campos con naciones de todos los continentes, sin condicionamiento alguno, y  que ha permitido erradicar el analfabetismo de millones de personas y atender la salud de millones  y salvar la vida a cientos de miles.

Observe que no le digo que crea; piense, compare, vaya a la raíz de los problemas, reflexione si los saldos que ofrece Cuba como sociedad, pese al acoso  norteamericano, con  realizaciones concretas en los planos  material y  espiritual, son  fruto de un soplo  etéreo y mágico, o por el contrario, son fruto de una obra  y  una economía que, a  pesar de sus propias limitaciones,  hizo posible alcanzar lo que en todas partes ha parecido imposible o puras utopías de soñadores trasnochados.

Cuba ha demostrado,  tanto dentro o  fuera del país,  que muchas  cosas que parecían imposibles durante siglos, como la  erradicación del  analfabetismo  de millones de  individuos,  fueron posibles en menos o algo más de un año, según las condiciones que se crearon  y  las estrategias que se desarrollaron en los países.        

Ah,  una última advertencia, jamás podremos librarnos de la jauría amaestrada mientras tengan  amos  y  entrenadores  que les satisfagan sus apetitos.  Nos los demostró  científicamente  Iván P. Pavlov.

Desde el ángulo político que abordamos, mientras reciban sus pitanzas suculentas los integrantes de la jauría, según sus gustos y apetitos, cada uno de ellos será capaz de segregar en sus vísceras no sólo la saliva y otras secreciones, sino también los venenos y excrecencias que predeterminen sus amaestradores.     

Por eso es sabio y  oportuno repetir con Don  Quijote: “Deja que ladren, Sancho“.

 
 
 
 

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