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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 12-Playa Girón.

 
 
 
 

 

PLAYA GIRÓN

 

EL ATAQUE – LOS MERCENARIOS – LA INTERVENCIÓN DE ESTADOS
UNIDOS – LA VICTORIA MILITAR – EL TRATO A LOS VENCIDOS –
EL CANJE DE PRISONEROS – LA “GUERRA SUCIA” –
EL PAPEL DEL PRESIDENTE KENNEDY

 

 

Esa intervención se produce el 17 de abril de 1961, en Playa Girón, Bahía de Cochinos.

Sí, ese día una expedición de aproximadamente 1.500 mercenarios entrenados por la CIA, divididos en siete batallones de 200 hombres cada uno y repartidos en cinco barcos de transporte, llegaba a Playa Girón. Antes, al amanecer, lanzan un batallón de paracaidistas con la misión de apoderarse de las dos carreteras que atraviesan la Ciénaga de Zapata para llegar a la cabeza de playa. A bordo de buques de guerra norteamericanos, entre ellos el portaaviones “USS Essex”, y a pocas millas de la costa, la infanteria de marina de Estados Unidos estaba lista para desembarcar con apoyo naval y aéreo tan pronto lo solicitara el “Gobierno Provisional”, que sería trasladado por aire en cuanto contaran con una cabeza de playa en Girón.

Los mercenarios contaban con una flota de bombarderos B-26, tripulados por pilotos batistianos y también norteamericanos. Atacaron por sorpresa el 15 de abril las bases de nuestra modesta Fuerza Aérea con aquellos aviones, que portaban insignias cubanas. Ese ataque fue el anuncio de que la agresión era inminente. Al día siguiente, en el entierro de las víctimas, proclarné el carácter socialista de nuestra Revolución.

Eligieron para el desembarco un lugar aislado, Playa Girón, separado por una gran ciénaga del resto del territorio. Era muy difícil contraatacar porque había que avanzar por dos únicas carreteras atravesando diez kilómetros de ciénaga intransitable. Eso convertía a esas dos carreteras en una especie de paso de las Termópilas.[1]

En sesenta horas consecutivas de combate, entre el arnanecer del 17 y las 6:00 de la tarde del 19 de abril, los derrotamos, después de una batalla encarnizada en que tuvimos más de 150 muertos y centenares de heridos. Esa batalla se libró a la vista de la escuadra norteamericana. Alrededor de 1 .200 mercenarios fueron hechos prisioneros, casi la totalidad de las fuerzas enemigas con capacidad de combatir, sin incluir las bajas mortales de los invasores.

Esos prisioneros, ustedes al poco tiempo los devolvieron, ¿verdad?

Sí. Después de un breve tiempo en prisión, nosotros le exigimos al gobierno de Estados Unidos una indemnización en medicamentos y alimentos para niños. Si hubiera sido en Estados Unidos, los sancionan a cadena perpetua, si no es que fusilan a unos cuantos por traición a la patria, y el resto estarían todavía presos, condenados a prisión de por vida. Si nosotros hubiéramos reclutado a mil y tantos norteamericanos para invadir a Estados Unidos, cualquiera hubiera comprendido la sanción. Sin embargo, en diciembre de 2001, 40 años después, a cinco compañeros nuestros que buscaban información sobre los actos terroristas contra Cuba, los han condenado con gran severidad —tres de ellos a cadena perpetua, incluso uno a dos cadenas perpetuas—; son los cinco compañeros que aquí hemos declarado “Héroes de la República de Cuba”.[2] ¿Que no les habrían hecho a mil y tantos norteamericanos, reclutados por el gobierno de Cuba, para llevar a cabo una invasion contra Estados Unidos? ¿Cuánto tiempo hubieran estado presos allí? Mientras que nosotros, a! ejército mercenario de Girón le buscamos una fórmula y les planteamos una indemnización.

Ustedes los canjearon por medicamentos, creo.

Sí, y por recursos para producir alimentos. Se habló, incluso, de equipos agrícolas, tractores... Lo que nosotros queriarnos era buscar una solución que fuera aceptada por nuestra propia población, y mandarlos para allá. Que hacíamos nosotros con 1.200 “héroes” presos? Era mejor 1 .200 “héroes” allá.

Yo converse mucho con todos ellos, porque participé en la captura de algunos, y le puedo decir —tal vez sea tarnbién un caso único en Ia historia— que después de aquel tremendo combate no hubo un solo culatazo contra ellos, fíjese bien.

¿No se les maltrató a esos prisioneros?

Ni un solo culatazo, y le había alguien que entró allí en Girón junto a los primeros combatientes que arribaron a ese punto. El ataque final fue al anochecer No queríamos que los rescatara la escuadra norteamericana. Estaban sus barcos de guerra ubicados a pocas millas de la costa, apoyados por un portaaviones con decenas de aviones de combate y los equipos de desembarco e infantería de marina listos para actuar.

No voy a hacer la historia de esa batalla, pero le dire solo que en esos últimos minutos, antes de entrar en Girón, ante la noticia de la presencia de una barrera antitanque de cañones sin retroceso de 105 milímetros, ubique a un jefe importante en cada uno de los tres tanques más próximos, tanques T-34, y les pedí pasar a toda velocidad sobre la barrera. Era ya casi de noche y los despedí con un intervalo de cinco minutos.

Yo, incluso, caí bajo el bombardeo de nuestra propia artillería, porque, bueno, cuando nuestra aviación informa que el enemigo está desembarcando más fuerzas, digo: “No. Están reembarcándose.” A la artillería le doy instrucciones de disparar unas salvas contra la tierra y otras salvas en el mar, y había bastantes cañones, más un grupo completo de obuses de 122 milímetros disparando.

Desde luego, ninguno de aquellos tres jefes vaciló, pero no pude aguantarme. Esperaba un pelotón de tanques pesados con cañones de 122 milímetros. Pregunto por ellos y estaban atrasados, tardarian en llegar Monto en uno cualquiera de los que quedaban allí, que resultó ser un cañon autopropulsado de 100 milímetros SAU-l00 que, va oscuro, apenas se distinguía de un tanque, y hago lo mismo a toda velocidad. Ignoraba que aquel blindado, que había combatido toda la tarde, apenas llevaba tres o a lo sumo cinco proyectiles.

Hay una fotografía célebre de usted en Girón, saltando de un tanque.

Sí, estuve en varios tanques, en diversos momentos de aquelias acciones, no solo en uno. Ésa es otra historia.

Le estaba explicando que desde los primeros minutos, de forma casual, yo estaba con la pequeña vanguardia que, avanzando desde el Norte por dos carreteras diferentes, una al Este y otra al Oeste, penetró en Girón detrás de los tanques que había enviado minutos antes, ya en plena oscuridad. A cada lado de la carretera por donde yo iba había bosque espeso sobre suelo pedregoso próximo al mar. La barrera antitanque se esfumó y nadie disparó.

Participé en la captura no se sabe de cuántos prisioneros. Yo salve Ia vida a uno de ellos aquella misma noche, que decía:
“¡Mátenme!”, y estaba hasta con barba. Tenía una úlcera sangrante. Le respondo: “Nosotros no matarnos a los prisioneros.” En un jeep, a toda velocidad, lo enviamos para el hospital. Así se salvó su vida.

¿No se maltrató a ninguno de los prisioneros de Girón?

Ni un golpe, porque ése fue siempre nuestro principio, ya le dije, y todo el mundo lo sabía. Lo más admirable es que en distintos frentes de combate había miles de hombres que lucharon duramente y vieron caer, muertos o heridos, a más de 450 compañeros queridos.

Esos hombres, que lucharon con gran ardor, fueron capaces de contener su indignación y no dane un culatazo —un simple culatazo, no le digo ya otra cosa— a una sola de aquella gente, mercenarios pagados, al servicio de una potencia extranjera, y a quienes no les tenían ninguna simpatía, como usted comprenderá. Me pregunto si hay otro caso igual en la historia.

Eso también puede ayudar a dernostrar por qué la conciencia es más importante que cualquier disciplina. No puede haber disciplina sin conciencia.

Bueno, ¿en Vietnam qué paso? ¿Cuántas personas asesinaron las fuerzas norteamericanas y sus aliados en Vietnam? Civiles, personas capturadas, no solo los que murieron en combate.

Se calcula que dos millones de vietnamitas perdieron la vida en la guerra de Vietnam.

Muchos más, y hay que ver cuántos en combate y cuántos murieron asesinados. Usted sabe que eso ocurre en todas las guerras de ese tipo. Ustedes los franceses libraron una guerra en Argelia y hay que ver cuántos argelinos fueron torturados y asesinados. Eso ha pasado en muchas partes. En la guerra de Kosovo, en 1999, no sé si los soldados de la OTAN asesinaron a algunos, no sé qué nivel de disciplina tenían aquellos hombres, allí las que mataban eran las bombas dirigidas y los Ilamados aviones “invisibles”, una guerra técnica, los B-52 que volaban desde Estados Unidos y otras formas de muerte y destrucción. Ya los hombres casi no participan en los combates, que es donde se puede dar la situación de que un soldado mate a prisioneros.

Estados Unidos no puede asegurar, en ninguna de sus guerras modernas, que sus soldados no hayan cometido atrocidades. La guerra de Corea fue sumamente cruel, y Estados Unidos tuvo socios aIlá en Vietnam. Yo no sé cómo serían los otros aliados, no tengo elementos de juicio, pero allí se rnató a muchos prisioneros, y los del regimen títere en Vietnam asesinaban a mucha gente.

Ahora, búsquese un ejemplo de una batalla en la que no se haya maltratado a los prisioneros. Después participamos en otras batallas, porque estuvimos en Angola quince años, desde 1975 hasta 1990, intervinimos en la batalla decisiva de Cuito Cuanavale.[3] Pueden ir a preguntarle al ejército surafricano si alguno de los hombres que cayó prisionero recibió un maltrato de las tropas cubanas, si recibió un golpe. Se sentían seguros en manos nuestras. No hay un solo caso, fíjese bien. Y hemos prestado solidaridad combativa en unos cuantos países.

Hemos combatido en Etiopía, a raíz de la guerra agresiva lanzada por Siad Barre contra la revolución en ese país.[4] Jamás nuestros soldados ejecutaron a un prisionero, jamás lo maltrataron y siempre le brindaron asistencia médica.

Si nosotros, en nuestra guerra en Cuba, que duró 25 meses de lucha contra Batista —ya le conté—, hubiéramos ejecutado a los prisioneros, no se habría ganado jamás esa guerra.

Ustedes devolvieron a los prisioneros de Girón sanos y salvos?

Sí. Y ya le hablé de los episodios posteriores a los combates, cuando la gente está saturada de adrenalina, enardecida por los muertos, los heridos, la tension de los combates. Y en los primeros años de la Revolución, muchos de los combatientes eran milicianos, voluntarios que estaban allí, obreros, campesinos y estudiantes, y no hubo ni un solo culatazo. Allí están los que devolvimos, los que aún viven en Miami, se les puede interrogar para ver si hay uno solo que declare haber recibido un golpe. No hay un solo caso.

Allí ocurrió un accidente. Lo relato: los hombres capturados iban siendo trasladados rápidamente hacia La Habana. Se les movía en camiones, en rastras, etcetera. Eran muchos, y no teníamos los medios y la organización que tenemos hoy. Una de las rastras era cerrada; por un descuido de algún responsable del traslado, no se adoptaron las medidas pertinentes y se produjeron varios casos de asfixia en aquel vehículo que trasladaba prisioneros.

¿Hubo muertos?

Sí. Ese hecho fue completamente accidental. Que interés podíamos tener nosotros? Nuestra gente no quería que pereciera uno solo porque mientras más prisioneros tuviéramos mejor, más grande era la victoria, en este caso por el número de mercenarios que fueron hechos prisioneros. Aunque la victoria no se mide sólo por el número de bajas enemigas; nosotros tuvimos muchas más bajas mortales que ellos.

Los mercenarios estaban bien entrenados, tenían buen armamento; pero nosotros atacando, atacando, atacando, de día y de noche, derrotamos la agresion imperialista. Testigos de lo que afirmo: miles de soldados, y cientos de oficiales del ejército de Estados Unidos.

Bombarderos B-26, camuflados con insignias cubanas, atacaban los vehículos que transportaban nuestra infanteria. Así enganaron a nuestras tropas, pasaron cosas horribles; pero, a pesar de eso, no hubo un solo prisionero maltratado.

Los condenamos al pago de una indemnización de 100 mil dólares por prisionero o a una sanción penal alternativa. Lo que nosotros queríamos era el pago de una indemnización, no por necesidad de dinero sino porque era un reconocimiento del gobierno de Estados Unidos a la victoria revolucionaria. Se trataba más bien de un castigo moral.

Tenía que haber una sanción.

Entonces, bueno, estuvieron presos y se negoció. Lo increíble es que al abogado que negocio conmigo la CIA lo trató de utilizar para que me trajera de regalo un traje de buzo que venía ya impregnado de hongos y bacterias suficientes para matarme. ¡El abogado que negociaba conmigo la liberación de los prisioneros de Girón!

No tuvieron escrüpulos.

Yo no puedo decir que él estuviera comprometido en el plan. Lo que se sabe y se conoce es que trataron de utilizarlo como instrumento. Donovan se llamaba ese abogado, James Donovan. No hay ningún indicio de que haya tenido participación consciente, sino que trataron de utilizarlo. Yo, desde luego, no solía usar traje de buzo en este clima caluroso. Te pones un traje de ésos y tienes que añadirle más peso al cinturón de plomo, no sirve en nuestro mar. Bueno, entre el rnontón de planes de atentados está ése, porque una comisión del Congreso lo investigó y lo publicó.

¿La Comisión Church?

Sí. Todo eso lo han investigado ellos, esto no es un invento mío. Pero fíjese, ¡qué ética! Ése es el hombre que está negociando la liberación de aquellos prisioneros, muchos de los cuales podían haber sido condenados a la pena capital por traición a Ia patria.

iY los estábamos liberando!

¿Quienes eran esos hombres que desembarcan en Playa Girón?

¿Quienes eran aquellos mercenarios? Algunos criminales de guerra que se habían ido para Estados Unidos, porque los oficiales y los principales jefes eran casi sin excepción oficiales del ejército de Batista, y en la tropa de los invasores había muchos hijos de terratenientes y de familias ricas. Allí se expresaba con mucha claridad el carácter clasista de la invasion.

¿Finalmente cuál fue la indemnización que recibieron por devolver a esos prisioneros?

Creo que pagaron en efectivo 2 millones de dólares, después de las discusiones con Donovan, que invertimos en comprar incubadoras en Canadá para el desarrollo de Ia genética avícola. Y otros 50 millones fue el estimado, según Donovan, de los alimentos para niños y medicinas. Bastante caro que cobraron las medicinas, no crea que eran mucho más baratas que ahora. El monto no era lo fundamental, sino el pago de una indemnización.

Así fue. Fuimos nosotros los que les buscamos la solución a tantos mercenarios en prisión. El gobierno de Estados Unidos no tenía suficiente imaginacion. Hasta llegamos a establecer con ellos una cierta relación, porque, realmente, al final dijeron toda Ia verdad, y la dijeron públicamente. La sanción no fue de odio ni venganza. La victoria era el premio más importante para nosotros. Para qué tener aquí a 1.200 prisioneros que los de Miami iban a convertir en mártires?

¿No temía usted que al regresar a Miami se enrolasen de nuevo en acciones violentas contra Cuba?

Bueno, sí, realmente, algunos de los que enviamos para allá han vuelto a poner bombas y a realizar acciones hostiles. ¿A nosotros nos podrían responsabilizar de eso? No. Un barco de “héroes” es terrible, porque cada uno de ellos se hace jefe, cada uno de ellos es un “héroe”. Y realmente les enviamos mil y tantos héroes de pacotilla.

Pero ¿cuántos les hemos enviado de los demás, de los llamados “disidentes”? Y ¿quién los puso en libertad? El gobierno de Cuba. Testigo de eso, el cardenal John O’Connor,[5] que era arzobispo en Nueva York. Con él fueron miles de sancionados por acciones violentas y graves, muchas de ellas terroristas, porque fueron miles las acciones contrarrevolucionarias organizadas por los gobiernos de Estados Unidos contra Cuba en la primera etapa de la Revolución.

Habiendo cumplido sólo una parte de la sanción, los pusimos en libertad. Nosotros le decíamos al cardenal: “Trate de conseguirles la visa, porque también usted sabe que ellos lo que quieren es ir para Estados Unidos.” Todos esos llamados “disidentes” obtenían en Estados Unidos privilegios, entre otras cosas trabajo; bueno, incluso, los que no habían aportado mucho al intento de destruir la Revolución.

A ese cardenal de Nueva York, John O’Connor, yo lo apreciaba. A muchos miles de contrarrevolucionarios los puso Ia Revolución en libertad. Y algunos, sí, también volvieron a reincidir, formaron grupos, se entrenaron, inventaron cuentos y mentiras de todo tipo. Por eso hay que actuar con cuidado en estos asuntos, porque a veces somos generosos, concedemos indulto a uno de ellos, viaja a Estados Unidos, cornienza a entrenarse y a organizar actividades contra Cuba, a infiltrarse en nuestras costas, y eso puede acabar costándole la vida a un compatriota nuestro.

¿Usted se refiere a los activistas de Alpha-66 o a los de Omega 7?[6]

Entre otros. Ya le dije cómo, en los primeros años, hubo miles de hombres que estuvieron implicados en las bandas armadas contrarrevolucionarias. La “guerra sucia” llegó a desarrollarse en todas las provincias del país, incluida Ia provincia de La Habana. Bastaba un marabusal, bastaban los cañaverales, en todo el país había “guerra sucia”. Se puede decir que Cuba fue el único país revolucionario de nuestra época que derrotó el instrumento imperialista de la “guerra sucia”, tan costoso y desgastante para un país del Tercer Mundo.

Cuando usted habla de “guerra sucia”, ¿se refiere a acciones como atentados en lugares públicos, por ejemplo?

No, no, a grupos irregulares armados practicando una especie de guerrilla contra nosotros. Porque los norteamericanos son listos. Mientras los amigos soviéticos eran muy lentos y muy académicos, los nortearnericanos, los militares norteamericanos, eran más flexibles. Ellos inmediatamente vieron qué receta nosotros habíarnos utilizado para derrocar a Batista, para vencer aquel ejército, que fue la combinación de la lucha armada y la del pueblo.

¿Y creyeron que contra ustedes podían crear también unas guerrillas?

Trataron. Fue Ia prirnera vez que aplicaron ese procedimiento. ¡No respetaron nuestra patente! La aplicaron por su cuenta y llegaron a organizarlas. Nos costaron más vidas las luchas contra bandidos que la propia guerra contra Batista. Todo eso fue desde antes de Girón. Ellos utilizaron la sierra del Escambray, en la región central del país, pero nosotros enviamos allí 40 mil hombres, todos voluntarios, muchos de ellos de la capital.

Cuando se usaron unidades del servicio militar en la lucha contra la “guerra sucia”, los reclutas que participaban iban voluntariamente a partir de un concepto: en una contienda interna o en una misión internacionalista, los combatientes deben ser voluntarios.

Abro un paréntesis. ¿Cómo se explica que, conociendo la experiencia de ustedes en esa “guerra sucia”, los sandinistas en Nicaragua, en los años 80, no consiguieran eliminar a la “Contra”, que también estaba financiada, armada y entrenada por Estados Unidos?

Yo creo que allí hubo un error, pero tú no los puedes culpar a ellos. En Nicaragua se creó el ejército para defenderse de la agresión exterior del imperialismo, pero el imperialismo desató una guerra interna, y una guerra interna no se puede enfrentar, como le digo, con soldados del servicio militar. En virtud de una ley de servicio militar obligatorio, tú te llevas al muchacho, lo entrenas, lo envías a un combate, muere, y la familia piensa que es el Estado, o la Revolución, o sus leves, quien le ha llevado a ese muchacho a la muerte.

Quizas el precio rnás alto de la “guerra sucia” lo pagaron los sandinistas porque establecieron el servicio militar, cosa que nosotros nunca hicimos para luchar contra las bandas de la “guerra sucia”. Llegó un momento en que se dejaron llevar por el academicismo, y el academicismo provoca que la gente se aparte un poco de lo mejor que hace la Revolución, que es el espíritu creador de tácticas y de fórmulas políticas y militares que conducen a la victoria. Si te dejas Ilevar por los dogmas que están en los libros de las academias, estás perdido.

Realmente yo siempre tuve una mentalidad antiacadémica. Imagínese usted que nosotros, en la época actual, estemos viviendo con los principios y medidas sobre la defensa de los años 1959, 1960, 1961 y 1962, en la era de los aviones invisibles, los proyectiles inteligentes, cuando es posible destruir un tanque a seis o siete kilómetros con un arma bastante certera, radares que te captan los tanques y los destruyen. Las armas que tú tengas debes saber usarlas y tienes que apartarte totalmente de los libros y de las fórmulas de las academias.

¿Así ganaron ustedes la “guerra sucia” en el Escambray?

Rodeamos el Escambray, lo dividimos en cuatro partes, situamos una escuadra en cada casa de cada zona a limpiar y fuimos limpiando cuadrante por cuadrante. Muchas veces los cercos tienen sólo un valor relativo. Un cerco de noche sirve muchas veces para saber por dónde pasó el enemigo, porque llegan a la línea, se acercan, lanzan una granada, disparan, y los hombres que están a la derecha y la izquierda del punto atacado no pueden hacer gran cosa para no herir a los propios compañeros.

Basta el apoyo de un 10 por ciento del campesinado para que haya base para una guerra irregular, y allí, en el Escambray, por determinadas circunstancias, a causa de unos grupos que operaron en aquella zona durante la lucha contra Batista, la Revolución no tenía tanto apoyo, podía tener, quizás, el 80 por ciento. Una guerra irregular se puede organizar con el apoyo de hasta el 5 por ciento de la población.

La diferencia entre nuestra guerra irregular y la que ellos organizaron aquí es que nosotros siempre estábamos en acción, vigilando al enemigo para golpearlo en un punto fijo o en movimiento, de una forma o de otra, y ese espíritu no lo tenían los miembros de las bandas que practicaban la lucha armada, que se dio en llamar después, desde lo de Nicaragua, “guerra sucia”. Eran expertos en rehuir el combate, evadir la persecución, en eso tenían unas habilidades especiales para escapar, que nosotros nunca desarrollamos, porque nuestra línea, aun cuando éramos muy pocos, era golpear y golpear. Ellos, en cambio, excavaban un refugio bajo tierra hasta con luz eléctrica y pequeños orificios para respirar, succionando el aire como los tripulantes de un submarino. Si un batallón revolucionario peinaba la zona —un método fuerte, un hombre del batallón cada diez metros registrándolo todo—, pasaba por encima y no se topaba con bandido alguno. Se volvieron verdaderos expertos en evadir el combate, evadir la persecución, y no desarrollaron, en cambio, espíritu alguno de ofensiva,

Más tarde, en los años 80 y 90, el imperialismo cambió de táctica: enviaba mercenarios, muchachos jóvenes, educados en la rnatanza y el genocidio contra los pueblos de El Salvador y otros, para poner bombas en hoteles cubanos por 5 mil dólares. No venían Posada Carriles y otros agentes terroristas del gobierno de Estados Unidos. Mire, tenemos un salvadoreño que vino pagado, 5 mil dólares por bomba, y puso cinco bombas en un día. Bueno, en muchos países, por dinero, puede usted reclutar miles de mercenarios; a veces, incluso, por 2 mil dólares. Les pagaban el viaje de ida y vuelta y les daban el dinero cuando hubieran puesto la bomba y regresaran.

Por eso el salvadoreño quería implantar un record olímpico: trató que las cinco bombas estallaran simultáneamente. Mientras tanto, en Miami, la Fundación Cubano-Americana y toda la mafia declaraban que los autores eran la gente de la Inteligencia Militar y de la Seguridad del Estado, cubanos que estaban descontentos, poniendo bombas en los hoteles, lo cual era algo muy correcto y legítimo. Sobre ese tema publicaron un montón de artículos en la prensa.

¿Hubo también, más tarde, ataques de otro tipo?

Bueno, ya le hablé de las miles de acciones terroristas, de los atentados, del incendio de los almacenes “El Encanto”, de la voladura del barco “La Coubre”, del avión de pasajeros que hicieron estallar en pleno vuelo; le mencioné los ataques con virus, la peste porcina, el dengue hemorrágico, que causó cientos de miles de enfermos y más de cien niños muertos.

En los años 80, hubo adernás ataques biológicos contra la agricultura. Por ejemplo, un parásito llamado moho azul atacó nuestras plantaciones de tabaco; luego un hongo desconocido destruyó nuestra mejor variedad de caña de azúcar, la Barbados 4362, y se perdió el 90 por ciento de la cosecha de esta variedad. Cosa que nunca había sucedido. También nos paso con el café. Otras plantaciones se infestaron de una plaga, la “Thrips Palmi”; ‘ ocurrió igual con las cosechas de papas. Hubo otras plagas destructoras, que crearon muchos problemas a nuestra agricultura. Es muy difícil de demostrar, pero todo indica que esas calamidades no fueron fruto de la casualidad, sino que hubo realmente intención maligna. Y eso es además complicado de combatir, hay que recurrir a la ciencia, la preparacion militar en esos casos de poco sirve.

¿Desde el punto de vista militar, ustedes disponían de hombres suficientes bajo las armas para hacer frente a todas esas agresiones y a todas esas amenazas?

Para defender el país, en un momento dado, en los años 60, el volurnen de las fuerzas que necesitábamos ascendía a cientos de miles de hombres, puesto que nuestro adversario era nada más y nada menos que Estados Unidos.

Era una época en que todavía las guerras convencionales se llevaban a cabo bajo la forma de una lucha entre hombres, entre combatientes, entre brigadas, batallones, ejércitos; en aquella época, tú tenías que prever un desembarco naval. La via principal para ocupar un país, en este caso una isla, era el desembarco naval; tenías que tomar en cuenta también desembarcos aéreos, pero no era el método fundamental. La medida principal que debíamos tomar era en los puntos de posibles desembarcos por mar. Se observaba el desarrollo tecnológico de los transportadores de tropas y los posibles lugares, sobre todo, en la defensa de las áreas más estratégicas, desde distintos puntos de vista. Con tantos lugares de posibles desembarcos navales —y por supuesto también los de posibles desembarcos aéreos—, estábamos obligados a una fuerte movilización y preparación en casi todo el país.

Ya, afortunadamente, en aquellos mornentos se había realizado la carnpaña contra el analfabetismo, se continuaban los planes de seguirniento, y había escuelas en todas partes.

¿Eso les permitía disponer de hombres mejor formados para los equipos militares modernos?

Correcto. En un momento dado, por ejemplo, después de la Crisis de Octubre de 1962, tuvirnos que asimilar todo el armarnento de los 42 mil soldados soviéticos, entre ellos cohetes tierra-aire, que requieren conocimientos por lo menos de 12 grados y estudios especiales. Incluso Ia preparación de profesionales universitarios se afectó. No podíamos ingresar el número de estudiantes de Medicina que queríamos, la cantidad de bachilleres era insuficiente, y muchos de los que estudiaban Bachillerato pasaron a convertirse en maestros improvisados, en parte, o en combatientes para el manejo de Ia técnica moderna, los radares, las comunicaciones, es decir prácticamente ya todos los equipos necesitaban personal bien calificado.

De modo que en determinado momento una gran parte de los soldados que ingresaban en un servicio de tres años eran técnicos medios o bachilleres. Se hacían algunas excepciones con los que ingresaban en algunas carreras que estaban supernecesitadas de personal, Medicina, por ejemplo, porque de 6 mil medicos que teníamos antes de 1 959, se habían llevado 3 mu en los primeros años.

Tardarnos no menos de 20 años en poder ingresar hasta 6 mil estudiantes seleccionados para las carreras de Medicina y alcanzar la cifra de rnás de 70 mil médicos de que disponemos en este momento, casi todos con una o dos especialidades. De una facultad de Medicina que existIa, se elevaron a 21 facultades, casi todas en los últimos diez años que precedieron el período especial. La número 22 es principalmente para estudiantes procedentes del exterior.

Tanto el desembarco en Playa Girón como la “guerra sucia” fueron autorizados por el presidente de Estados Unidos John Kennedy, quien luego será también un protagonista central, con usted y Jruschov, de la grave Crisis de Octubre de 1962 a la que usted acaba de hacer alusión. Sin embargo, cuando se le oye a usted hablar de Kennedy no se siente ninguna animosidad hacia él, y hasta se siente más bien cierta simpatía. ¿Cómo se explica eso?

Bueno, cuando Girón, en abril de 1961, Kennedy realmente heredó el plan de Eisenhower y de su Vicepresidente, Nixon. La invasion ya estaba decidida, existían los planes para destruir la Revolución, a pesar de que ésta aún no tenía un carácter formalmente socialista.

Las medidas más importantes que habíamos tomado hasta ese momento eran la reforma agraria y las nacionalizaciones de las grandes empresas industriales, comerciales y bancarias, junto con otras medidas de gran impacto social, como la alfabetización, la rebaja de las tarifas eléctricas y telefónicas, la reforma urbana, la ley de alquileres, la confiscación de los bienes de los malversadores. Se habían hecho cosas rnuy importantes. No habíamos proclamado el socialismo, ni proclamado abiertamente la doctrina rnarxista-leninista. Girón aceleró el proceso revolucionario.

Incluso debo decir que nuestra primera reforma agraria era entonces menos radical que la que había hecho el general MacArthur en Japon. Porque cuando Estados Unidos ocupó Japón, en 1945, MacArthur liquido los latifundios, repartió las tierras y entregó parcelas de tierra a muchos campesinos pobres japoneses. En Japon los latifundios no pertenecían a grandes cornpanías norteamericanas, mientras que en Cuba sí. Por eso aquí la reforma agraria no se permitía, como no se permitió en Guatemala cuando Ia llevó a cabo Árbenz en 1954.

Entonces Kennedy, con dudas, escrúpulos y algunas vacilaciones, lleva a cabo el plan de acción de Eisenhower Nixon. Creyó que tal plan elaborado por la CIA y el Pentagono contaría con el apoyo del pueblo, que éste se sumarIa a los invasores, que las milicias no combatirían y que su subievación contra el gobierno de Ia nación era segura. Tal vez creyeron en su propia propaganda mentirosa, y sin duda subestimaron al pueblo y a los revolucionarios cubanos.

Kennedy vacilaba y al final, ante las dificultades de los invasores, decide darles apoyo aéreo; pero cuando estuvieron dispuestos a ello, ya no había mercenarios que apovar. En menos de 72 horas el fulminante contraataque del Ejército Rebelde y las Milicias Revolucionarias liquidó por completo aquella expedición. Una dura derrota para el imperio. Y una gran humillación.

El, por una parte, impulsa el bloqueo económico, los ataques piratas y la “guerra sucia”. Pero también reacciona de una forma más inteligente: elaborando un programa político de reforma social y de ayuda económica para América Latina.

Kennedy propuso, después de la derrota de Girón, la Alianza para el Progreso, los Cuerpos de Paz, una estrategia realmente astuta para frenar la revolución. Elaboró un plan para asignar 20 mil millones de dólares en diez años, destinados a un prograrna de reforma agraria, ¡reforma agraria! Ellos que no habían aceptado nunca la palabra reforma agraria, a la que consideraban tema de comunistas, plantearon la necesidad de una reforma agraria en América Latina. Y propusieron adicionalmente construcción de viviendas, reformas fiscales, prograrnas de educación y de salud. Bueno, casi casi lo que estábarnos haciendo nosotros.

Frente a la Revolución Cubana, Kennedy se vio obligado a lanzar iniciativas de este tipo. Entendía que los factores objetivos de carácter social y económico podían dar lugar a una revolución radical en este continente. Podia haber una Revolución Cubana a escala de todo un continente y quizás más radical aún.

Al final, muchos gobernantes latinoamericanos se robaron todo el dinero posible y Ia Alianza para el Progreso paso sin pena ni gloria. Pero fue una reacción astuta de Kennedy, quien realmente tenía un indiscutible nivel de preparación intelectual.

 

(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 291-306)  ©

 

 

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