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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 22-Los secuestros de abril de 2003.

 
 
 
 

 

LOS SECUESTROS DE ABRIL DE 2003

 

PIRATERÍA AÉREA – ¿HACIA OTRA EXPLOSIÓN MIGRATORIA? –
EL SECUESTRO DE LA LANCHA DE REGLA – LA NEGOCIACIÓN –
ACTITUD DE LAS AUTORIDADES NORTEAMERICANAS – REVOLUCIÓN,
SOCIALISMO Y DELINCUENCIA – EJECUCIÓN DE TRES
SECUESTADORES – UNA DECLARACIÓN DE JOSÉ SARAMAGO

 

 

A propósito de todo esto, yo le quería preguntar sobre esas tres ejecuciones últimas que se produjeron en abril de 2003. Sorprendió que se hubiese condenado a muerte y hubiesen sido ejecutadas tres personas que, a pesar del secuestro de una embarcación y de lo que hicieron, en realidad no mataron, ni hirieron a nadie. Entonces también realmente sorprende que se les haya aplicado la pena de muerte a esas personas.[1] 

Este secuestro es uno de esos casos. Había el riesgo bien peligroso de que se desatara una ola de secuestros, asociada al pretexto seguro de agresión, de guerra al país, dentro de toda esa filosofía de la "guerra preventiva". Ya se habían producido los actos terroristas de Nueva York del 11 de septiembre de 2001 v se había declarado una filosofía guerreristas que nosotros calificamos de nazi fascista. Es bueno que hayamos hablado del 5 de agosto de 1994, recuerdo el caso aquél, porque entonces habíamos llegado a una situación en que se produce la ola migratoria, porque va no había embarcaciones seguras, lanchas seguras en la Bahía de La Habana, actividad marítima segura de turismo, de pesca, de lo que fuera. 

Había una situación económica apretada, ya llevábamos como tres años de período especial, en 1994, escaseces muy grandes; el espíritu de la gente, ampliamente mayoritario, era defender la Revolución, pero el número de los que se sentían incitados a viajar hacia Estados Unidos —ya le dije que había un acuerdo migratorio que no se cumplía— era mayor. Le dije que los que querían emigrar por otras vías lo podían hacer y que, en general, los que hacían este tipo de actividad eran gente lumpen, personal delictivo y siempre la mayoría con antecedentes penales. 

Entonces, ¿qué querían provocar esta vez, en abril de 2003? Una situación como la que se produjo en agosto de 1994, cuando ellos mandan los barcos, cuando no daban visas. ¿Cómo? No dando visas —desde septiembre de 2002 no se daba una visa—, sin cumplir el acuerdo. Se estaba creando una situación... 

Como de una olla de presión. 

Sí, sí. Tenían que haber dado 10 mil visas en una fecha yi habían dado alrededor de mil; habían reducido un 90 por ciento las visas. Y los extremistas, los Otto Reich, los Roger Noriega y todos esos bandidos, habían concebido un programa de crear las condiciones para que tuviera lugar una oía migratoria. 

Ésas eran las ideas que teníamos, aunque no conocíamos todavía muchos detalles o cómo iban a provocar eso. De modo que ellos tenían un plan de estas características. A mi juicio, moralmente, son más graves los delitos de los llamados "disidentes" que conspiran y reciben salario de Estados Unidos, que el delito de esas personas que fueron sometidas a la pena capital, que es lo que usted quiere saber por qué, porque dice que no había habido sangre, no había habido muertos. 

Ese secuestro de la embarcación, en ese momento, estaba asociado a la situación que le estoy explicando, era muy grave, era gravísimo; pero no tan grave, fíjese bien, no tan grave si no hubiese ocurrido lo que ocurrió con anterioridad. Dos horas antes de iniciarse la guerra en Irak, a las 7:00 de la noche, ocurre algo que no había ocurrido en diez años, casi desde que se habían firmado los acuerdos migratorios. 

¿No había secuestros desde hacía diez años? 

Aquí, durante mucho tiempo, hubo robos de barcos, delitos, robos de naves de fumigación, de naves productivas... Pero hacía diez años, desde los acuerdos de 1994, que no se producía un secuestro de avión con pasajeros a bordo. Y, de manera extraña, aproximadamente dos horas antes de comenzar la guerra en Irak, el miércoles 19 de marzo de 2003, un avión de Isla de la Juventud, que está entre 80 y 100 kilómetros al sur, haciendo el último viaje del día, llegando al aeropuerto de Boyeros, informa que ha sido secuestrado. Seis individuos con armas blancas penetran en la cabina y al piloto y al copiloto le ponen el cuchillo en el cuello; lo secuestran de una forma exactamente igual que secuestraron los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York. Es bastante extraño eso. 

¿Querían marcharse a Estados Unidos? 

Sí. Bueno, el avión llevaba combustible para aterrizar en Cavo Hueso, Estados Unidos —en principio era combustible para su viaje, porque son aviones de cuarenta y tantos pasajeros—; llegan allá, aterrizan. Tenían varios cómplices, lo habían planeado hacía meses: hicieron viajes, vinieron, mucha observación, cómo burlar la vigilancia, las medidas, tirando fotos. Había un poco de descuido, porque era lo normal, la rutina, porque hacía, ya le digo, diez años que no ocurría eso. 

Los reciben en Estados Unidos, ¿qué hicieron las autoridades? Arrestaron a los seis de los cuchillos; a los cómplices les dieron de inmediato residencia, en virtud de la Ley de Ajuste Cubano. Se inician investigaciones, retuvieron a una parte de la tripulación nuestra mientras hacían investigaciones; dejaron el avión allí y allí están todas las condiciones para que toda la mafia ésa confiscara el avión; y confiscaron el avión. Todo fue maltrato al resto de los pasajeros, formas groseras, incitación a que se quedaran, todas las porquerías que se podían hacer las hicieron con relación a ese avión. 

Aviones norteamericanos no se secuestran desde una medida que tomó Cuba hace más de veinte años y que resolvió para siempre los secuestros de aviones norteamericanos, que a veces llegaban aquí con 200 y hasta 300 pasajeros. Los secuestraban con una botella de agua, a la que ponían una mecha y decían que era un coctel Molotov; gente desequilibrada, no era ni siquiera por cuestiones políticas..., algunos que huían de la justicia, o algún aventurero, o enfermos psicológicos. A veces pasaban varias semanas sin que se produjera un hecho, se producía uno y en esa misma semana se producían tres o cuatro, como una especie de contagio psicológico entre los que tuvieran algún problema de ésos. 

Nosotros tratábamos de cuidar los aviones y a los pasajeros; se les abastecía de combustible si hacía falta y se les devolvía inmediatamente el avión y los pasajeros. Fueron decenas y decenas. Mientras que ellos inventaron esa técnica contra Cuba en los primeros años de la Revolución: acoger a los secuestradores de aviones, y divulgarlo mucho. Para provocar imitaciones. Así se inicia el fenómeno de los secuestros de aviones cubanos. 

Cuba les había resuelto a ellos el problema. En cambio, ellos no castigaban al que se robaba un avión o un barco nuestros. Pero nadie concebía que un avión de pasajeros, existiendo el acuerdo migratorio de 1994, se lo llevaran e hicieran lo que hicieron. 

Se creó aquí mucha indignación con el secuestro de ese? avión; pero lo grave fue que, a los pocos días, un juez de Miami decreta la libertad provisional de los seis secuestradores, no sé si mediante una fianza. ¡Ah!, porque no los consideraban peligrosos. Además, creen que aquí esos secuestradores son como "disidentes", cuando su motivación no tiene nada que ver con la política. Utilizan la situación política, pero no suelen ser activistas políticos. Usted analiza la motivación de muchos secuestradores y se encuentra gente con antecedentes penales en casi todos los casos, o con problemas legales, o gente que por vagancia o porque le han llamado la atención o por crear reyertas, no todos, pero hay gente sancionada. Es de ese tipo de gente que no trabaja, que vive de actividades antisociales; en fin, tienen el lugar ideal para eso. Son aventureros. Y sin embargo estamos haciendo un trabajo, lo hemos venido haciendo en los últimos tiempos, con los trabajadores sociales, para que los que salen de las prisiones se reinserten en la sociedad, puedan conseguir un trabajo, que les den un empleo, y que lo mantengan allí, porque en realidad si alguien le dice que tiene tal y más cual delito, tal antecedente, es difícil buscarles un empleo... 

¿Qué pasó cuando aquí la gente se entera que han soltado en la Florida a los seis secuestradores del avión? 

Se conoce esa noticia el día 29 de marzo —ya la guerra de Irak tenía diez días— y muy pronto, el día  secuestran un avión con mayor número de pasajeros, también venía de la Isla directo, pero éste tenía una capacidad un poco mayor, como de 45 pasajeros. 

Un individuo con una granada —simulaba tener una granada— decía que la iba a hacer estallar, estaba en la cola. Quería que lo llevaran a Miami, el combustible no alcanzaba y el piloto aterriza —no quería llevarse el avión, él decía que cualquier cosa, pero no perder el avión y aterriza—, pero aterriza en medio de la pista, interrumpida la pista, desde ese momento, toda la noche. Entonces pudimos comprobar que en Estados Unidos había gente que no quería que el avión fuera a la Florida. Estaban interesados, se movieron; nosotros les informamos en el acto lo que estaba ocurriendo, y entonces mandaron una declaración en la que decían que se oponían, hasta pidieron que se publicara, hablaron con nosotros. 

Ese segundo avión fue secuestrado más o menos a la misma hora que el otro, durante el último viaje que viene de la Isla de la Juventud. Pero ahí se buscaron los datos y se trató de persuadir al individuo, se le informó al Departamento de Estado, se despertó al responsable de fa Oficina de Intereses. Entonces enviaron un mensaje bastante positivo, que se oponían, que estarían en contra. 

Cuando ellos dijeron eso, nosotros les dijimos, incluso, que enviaran a alguien para que se lo dijera al secuestrador. Enseguida enviaron al jefe de la Oficina de Intereses, el tal James Cason, a que se lo comunicara, y, cosa extraña, a pesar de que eran conocidos todos los antecedentes de este hombre, Cason cumplió las instrucciones. En el aeropuerto lo recibieron y se comunicó con el piloto. La única forma de comunicarse era con el piloto, el secuestrador no quería hablar —el de la granada—, dijo que no, que cómo se demostraba que era verdaderamente Cason y éste le dijo que estaba dispuesto a mandarle su pasaporte como identificación e hizo todo lo posible por identificarse y parar aquello. 

Entonces, se manejó la idea incluso de que no aterrizaran en la Florida, sino que aterrizaran en otro estado, porque en la Florida ellos sabían el problema que se creaba, porque allí la mafia anticubana domina todo, el poder judicial, etcétera. Pero el problema es que el avión no tenía el combustible suficiente y el que se le podía añadir no daba para aterrizar en otro estado. Fue una lucha larga, eso duró toda la madrugada. 

¿Usted personalmente estuvo en las operaciones? 

Sí. Yo no estuve cuando vino el señor Cason, yo no quería ver a ese señor ni a una legua de distancia, pero los compañeros del IACC [Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba] estaban por allá, los que tienen que ver con la aviación, haciendo esfuerzos en eso; los de Relaciones Exteriores también, un funcionario de Relaciones Exteriores acompañó a Cason cuando los de Washington le dijeron que fuera —todo esto, creo que el hombre estaba durmiendo, era como la 1:00 de la mañana o 1:30—; fue hasta al lado del avión, porque allí había una posibilidad de una comunicación directa que no fuera a través del piloto, y el secuestrador, el hombre de la granada, lo rechazó, dijo que no y que no. 

Se veía que había dos tendencias. El "embajador" norteamericano como a las 2:30 se fue a dormir; yo me quedé allí en la tarea de persuadir. 

¿Usted no habló con el secuestrador? 

No, hablé con el piloto; con el secuestrador no. En un momento dado le digo al piloto que me conecte por los altoparlantes interiores del avión y le hablo a la tripulación; les dije que no se dejaran llevar por el pánico, porque el tipo mandaba, y acuso al tipo. Digo: "Ése es un irresponsable", porque hacía cosas que uno está viendo ya, que es bueno conocer psicológicamente. El secuestrador echa a los hombres delante, a un compartimento de carga, y a las mujeres y los niños los lleva para atrás. Él estaba atrás. 

¿Él estaba solo, o tenía algún cómplice? 

Era uno solo, pero llevaba dos granadas, las tenía apretadas ahí y amenazaba. Decía: "En tantos minutos, si no me echan la gasolina, vuelo el avión." Entonces hacía cosas, yo le daba instrucciones al piloto: "Dile esto, dile lo otro" Cuando amenazaba, entonces yo le respondía fuerte: "Usted está absolutamente loco si hace eso", una cosa de ésas. Si eran veinte minutos, entonces los esperaba. Todas las preguntas eran dirigidas a estudiar el grado de peligrosidad del individuo. 

Bueno, amaneció. Cason dormía, pero mientras tanto el avión tenía que llegar a la Florida cuando lo dejáramos salir, no podía ir a otro lado. Larga lucha. Hay un momento en que se abre una puerta para que los hombres pudieran salir, pero como había algunas mujeres y ellos tenían eso de caballeros, dijeron que no. También había que ver cómo se echaba la gasolina, buscar la forma de echar la gasolina. 

Así se va discutiendo. Nosotros habíamos dicho que no queríamos. El mismo piloto se negaba a volar, porque él decía que no estaba dispuesto a que le confiscaran el avión. Yo, por supuesto, le decía: "Oye, tú vas a cumplir las órdenes que te demos", con toda la energía posible, él cortaba eso, y yo repetía: "Usted hará lo que se le diga", porque estaba en huelga el piloto.

En un momento dado —yo voy ya estudiando bien bien al individuo, las cosas que va haciendo, y cuando mete a las mujeres y al hijo para allá, y a los otros para acá—, le digo a Rogelio Acevedo [presidente del IACC]: "Acevedo, dirige por el altoparlante ése una arenga a la gente, diles que ése es un criminal." Que les explicara calmándolos, pero era un mensaje más bien atacándolo a él. 

Desde luego, el mensaje que tenía que dar Acevedo tenía que ser un mensaje en medio minuto, y le digo: "Oye, todo lo que has dicho y la forma en que lo has dicho, era lo más propicio para que el hombre hiciera todo lo contrario." ¡Ah!, pero, ya le digo, tengo que decidirme a hablarle a a la tripulación, a toda la gente, a los pasajeros. 

¿Usted se dirigió a los pasajeros? 

Sí, les digo: "Ustedes conocen mi voz, la han escuchado" —desde luego, calmado, sosegado—; "este individuo pone en peligro la vida de mujeres y niños, y se ha empecinado en eso. Hay el riesgo", y los exhortaba a que, si percibían un riesgo de lanzar la granada, le quitaran la granada, se lo impidieran. Yo estoy exhortándolos y dándoles instrucciones a ellos, que no les estábamos prometiendo nada, pero que estábamos discutiendo una solución; que los norteamericanos no querían que ese avión fuera para allá, todo lo que habían dicho sobre eso; que el secuestrador se negó a hablar, incluso, con el jefe de la Oficina de Intereses; que tenía una posición miserable. Pero duro, para ablandarlo a él y alertar a estos pasajeros para que, a última hora, ante un peligro... Todo el problema era estudiar bien la peligrosidad del individuo, para seguir una línea en la idea.,. 

De que soltara a la gente, ¿no? 

Sí, que soltara a la gente, echarle gasolina y que aterrizara en otras regiones. A esa hora de la madrugada tuvimos que llamar hasta a geógrafos para que vieran los mapas, pero los mapas de aviación no dan para eso. Llamamos: "Busquen los mapas y llamen a ver cuál es la distancia exacta a tal punto, a tal aeropuerto", para saber a dónde podía llegar. Le faltaba por lo menos como 100 kilómetros o más, para llegar al bordecito de la frontera donde estaba el otro aeropuerto. No había forma, hicimos todos los cálculos. 

Hay un momento en que el tipo, desesperado, le dice a Acevedo: "Diles que dejen ir el avión". Y él le contesta: "La gasolina no llega a Bahamas." A Bahamas sí podía llegar, y nosotros podíamos llamar a los responsables allí. No sabíamos cómo reaccionarían, pero Bahamas es tan vulnerable y significa mucho para ese país un acuerdo que tenemos sobre los inmigrantes ilegales... Ellos los devuelven, pero tienen un montón de islas, y esta gente no respeta ninguna soberanía... 

Ahora, se podía llamar —no hacía mucho que había habido una reunión de los dirigentes del Caribe—, y pedir que si el avión iba para allá arrestaran al secuestrador y lo devolvieran. Pero, ¿qué inconveniente tenía aquello? Primero, localizar al Primer Ministro, ver si estaba, persuadirlo y demás; segundo, no tenía ningún sentido lo que estábamos haciendo porque lo que valía realmente es que los norteamericanos cumplieran, que no dejaran el avión allí, que no retuvieran la tripulación, no queríamos ¡a confiscación del avión, y no queríamos que un cómplice, si lo tenía, se quedara. Claro, todas esas condiciones estábamos poniéndolas nosotros, estábamos planteándolas, y ellos se veían con la disposición de que no ocurriera lo que ocurrió. 

En Bahamas había otra cosa, en Bahamas le echaban gasolina y tampoco podía llegar, porque se podía haber resuelto en Bahamas el problema. Podíamos decir: échenle gasolina para que siga a uno de esos estados, pero, ¿qué es lo que temíamos aquí? Que a pesar de llenarlo de gasolina en Bahamas no llegara a ninguno de esos estados, y se cayera al mar. Se planteó que quizá podía llegar hasta Jamaica, a duras penas, porque los pilotos siempre tienen una reserva, ahorran un tiempo; a duras penas llegaban a Jamaica, y el lío entonces era para los jamaicanos, que iban a reclamar, y se decidió que no. A él se le dijo que no, porque en Bahamas había que resolver un problema, y eso no se podía resolver en unos minutos; y en Jamaica por el riesgo de caerse. 

Bueno, teníamos el carro cisterna, carros de bomberos también, todos los medios, por si estallaba la granada. 

¿Ustedes habían identificado al secuestrador? 

Bueno, estuvimos buscando quién era el supuesto tipo entre los distintos pasajeros, porque había una mujer y una niña... Vaya, hay un error inicial, aparecía una persona razonable, un médico con su esposa que venían de viaje, y por un momento la apreciación de quién era el secuestrador del avión fue errónea, Durante tres o cuatro horas se trabajó sobre la teoría de que era otro, y entonces llega por la mañana la información de que no era ése, que era otro. 

Se identificó su domicilio. Y se descubrió que él tenía en su casa hasta unos moldes de granadas, para fabricar las granadas en yeso; pero ésa podía haber sido la operación antes de fundir una granada, y no sabíamos si el tipo las fundió o no... Y también creo que se descubrieron unas cosas como de plástico que tenía, que se podía sospechar, no teníamos ciento por ciento la seguridad de si tenía o no una granada de verdad. Cada vez yo me inclinaba por que no la tenía, analizando todas las respuestas, todas las reacciones y todas las circunstancias. 

Descubrimos que el hermano de él era un hombre del Ministerio del Interior, que fue también al aeropuerto y ayudó. Digo: "Que venga también a ver si convence al hombre." Vino a ver si podía hacer un arreglo con él, una sanción. A todos se les dijo que sería sancionado, y ahí, con el hermano se podía haber buscado... Luchábamos por eso. Mientras tanto, esperábamos noticias de Estados Unidos. 

¿Entretanto, Cason había vuelto al aeropuerto? 

Le habíamos dicho a Cason, casi al amanecer, que la gasolina no alcanzaba para ir a ningún otro estado más que la Florida, que pensara en un lugar, una base aérea, donde pudieran llevarlo, que le diera más facilidades, para devolver el avión con los pilotos y con la gente. Estuvieron analizando, parece ser que esa mañana discutieron bastante. 

Esos argumentos se iban utilizando, pero ya se negociaba con el tipo para que bajara, después de las arengas y todas esas cosas. Empezamos a negociar sobre la base de que se !e iba a dar el combustible para que siguiera, pero se le explicaron distintas dificultades, tratando de ganar tiempo, esperando la respuesta del Departamento de Estado, y eso tenía que ser como a las 11 :00. Mientras tanto, nosotros ganando tiempo para lograr bajar un número de personas v echar la gasolina. En esa lucha, el tiempo y el cansancio del tipo y todas esas cosas, agua para los niños, en un momento dado se logra que bajen. Se bajaron 22 personas, Al bajarse 22, con menos peso ya teníamos toda la gasolina. 

En un momento dado, cuando ya tenía el combustible, se llama a Cason: "¿Hay noticias?" "No." De nuevo: "¿Hay noticias?" "No", sobre el lugar definitivo donde le iban a autorizar a aterrizar. Entonces, le informamos que habíamos conseguido bajar a 22, y ya podía ir a cualquiera de los estados. "Consulte, que puede llegar, que ya no hay riesgo," Entonces, se le dio bastante tiempo, porque este arreglo —la bajada de los 22— lo logramos como a las 9:00 de la mañana, le damos dos horas más y todavía nada... Esperamos: "¿Ya hay respuesta?" "No." "¿Hav respuesta?" "No." Llegaban las 11:00, y con el hombre se había negociado acercar el carro de combustible y después echar; se tenía calculado el tiempo que se podía estar echando gasolina, que podían ser veinte minutos o una hora o una hora y media, todo el tiempo, para eliminar el riesgo de la cuestión de la granada, y lograr el objetivo de que fuera a otro estado, y ver si había realmente voluntad por parte de las autoridades norteamericanas de cambiar de política. Y creo que se veía que allí había dos políticas. 

¿Dos tendencias se oponían en Washington? 

Sí. Allí había sin duda dos líneas y no sabíamos cuál se iba a imponer. Mientras tanto, el hombre tenía que arrancar como a las 11:00, hubo que buscar pretextos y cosas, el hermano que llegaba, que viene también, que ya se ha llamado, están todas las gestiones en camino. El avión que traía al hermano salió de Varadero, un avión o un helicóptero, no recuerdo, y yo mirando con impaciencia la hora; se tardaron un poco más, pero llegaron, creo que llegó casi a esa hora el hermano. ¡Ah!, ya el secuestrador estaba pidiendo agua, todo lo necesario para él y para la gente; dinero, vaya —¡era una mentalidad!— que necesitaba que le hiciéramos un préstamo de mil dólares para darle algún dinerito a la gente allí cuando se bajara... Y nosotros esperando la respuesta de Washington. Ayudó que el avión del hermano llegó retrasado, y al fin llegó el hermano. Habla con él, pero el otro muv desconfiado de todo. Así se fue ganando tiempo, y aquéllos, a las 10:55: "¿Tienen respuesta?" "No." ¿Dónde aterrizar? No se sabía. 

¿A Cason lo tenían ustedes informado de todo el proceso, de la evolución de la situación? 

Cada paso que dábamos se lo explicábamos a Cason. "Mire, hemos hecho esto, se ha hecho esto, se ha hablado, se ha logrado bajar a tantos, ya llega el hermano..." Toda la información. Ahora, se cumplió la hora de salida. "Vamos a ganar un poco más de tiempo", con el hermano, con el otro, unos sandwiches que había que hacer, el dinero. El jefe de la aviación, Rogelio Acevedo, tenía muy pocas ganas... Le digo yo: "¿Tú tienes ahí dinero?", él estaba sublevado. Vaya, no es que estuviera sublevado, sino sufriendo. Le digo: "Mira, ¿tienes dinero en efectivo ahí?" "Sí." Digo: "Bueno, vamos a mandarle 500 dólares. No vamos a darle mil, vamos a darle 500 dólares", para que él siguiera ahí, para ganar tiempo. Se le entrega el dinero. Pero él: "¿Ya terminaron? ¿Cuándo salimos?", se veía enérgico. "No, que ya." 

Entonces le dijimos al de la pista: "Mira, ve despacito." Iban despacito. Pusimos dos pilotos, dos copilotos. Entraron por la puerta delantera, por donde los pilotos se bajan, de manera que no los viera. En realidad había dos pilotos que llevaban toda la noche y el viaje. No llegaba la respuesta. Bueno, les dijimos a los pilotos: "Prepárense", y vinieron a arrancar como a las 11:54, una hora después del compromiso, y los de la Oficina de Intereses no tenían respuesta. Digo, bueno, esperen un poco en el aire. Y cuando está en el aire el avión, Cason recibe la respuesta: que aterrice en el aeropuerto de Cayo Hueso... ¡el peor de todos! Era peor que cualquiera otra base corriente. 

Allí maltrataron de nuevo a nuestra gente tremendamente. Al tipo lo arrestaron. Ah, también él llevaba una mujer v un hijo, que no era de él, un hijo que tenía la señora; pero al otro día soltaron a la señora y al niño. No era buena, porque era cómplice, había participado en la introducción de la granada o determinados componentes plásticos de la granada, los mecanismos estos no de acero. 

¿Para que no se detectase? 

Sí. Pero ellos sueltan a la señora al día siguiente. El secuestrador permanece allí. Investigación abierta, maltrato a todos los pasajeros, esfuerzo porque se quedara en Estados Unidos alguna gente, presión; quedan de la tripulación gente esperando allí las investigaciones pertinentes, dejan el avión, confiscan el avión, Y hacen todo lo contrario de lo prometido[2] 

Al día siguiente, Io de abril de 2003, se produce, en la bahía de La Habana, el secuestro de un barco lleno de pasajeros y hasta con algunos turistas a bordo. 

Cosa muy extraña, en efecto. Al día siguiente, noticia por la mañana: la lancha que va a Regla ha sido secuestrada por unos tipos con pistola y cuchillos... Bueno, aplicamos el principio: nadie trate de interceptarla. Y salen. Pero se comunicaban por la fonía, y cuando estaban todavía como a seis o siete millas exigen un barco para llevar a La Florida a toda aquella gente. Dicen: "Llevamos cincuenta pasajeros — dijeron cincuenta, eran un poco menos— Llevamos equis niños, llevamos..." 

El jefe de los secuestradores dice que lleva un número de niños y que lleva un número de turistas extranjeros. De seis a ocho niños y de cinco a seis turistas. Exageraron un poquito; niños realmente, al final, era solo uno. Es raro que no hubiera habido más, siempre hay un grupo de niños. 

¿Ese barco adonde iba? 

Es un barco transbordador, tiene una capacidad de cien asientos, y lleva, a través de la bahía, gente que vive en la zona de La Habana Vieja y viaja del otro lado de la bahía. 

¿Al barrio de Regla? 

Sí. Es un barco para aguas tranquilas. Son de fondo plano esos barcos, no pueden navegar en aguas agitadas. Entonces lo secuestran, dicen que llevan cincuenta pasajeros, y se lo llevan de madrugada. Yo vine a saber eso ya a media mañana; ya habían lanzado la primera amenaza. Piden un barco más rápido, y amenazan, si no le mandan el barco, de ir lanzando rehenes al agua. Es una primera amenaza, además la reiteran, hablan por fonía abierta. Pregunto, y me informan que les han avisado, como siempre, a los guardacostas. 

¿Eso era cuánto tiempo después del avión del que hablábamos? 

Veinticuatro horas después. 

Usted acababa de salir de la precedente negociación del avión. 

El avión fue secuestrado el 30 de marzo, el 31 son todas las negociaciones y en las primeras horas de la madrugada del Io de abril se produce este secuestro de la lancha en virtud del mismo mecanismo... Ya de lo del avión se había informado, posiblemente el día 31, a la población. Es probable que cuando se difundió la primera noticia de que en la Florida habían decretado la libertad condicional para los secuestradores del primer avión, aquellos de los cuchillos, el 19 de marzo, tienen éstos que haber empezado a planear el secuestro de la lancha. Porque tuvieron una reunión la noche previa, se reunieron en una casa todos ellos, improvisaron bastante. No le puedo decir exactamente, pero seguro que ya aquella noticia del avión los indujo al plan, pero esta vez era la lancha de Regla, 

¿Ellos eran nueve? 

Era numeroso el grupo, realmente, todos cómplices. Pueden haber sido de once a doce, había algunas mujeres. La mujer que iba con el niño estaba en la conspiración. 

¿Usted pensaba que estos acontecimientos, el secuestro de la lancha, añadido a los dos secuestros precedentes de aviones y demás, podía desencadenar una nueva ola migratoria, una nueva crisis migratoria?

Era obvio, era probado, porque al robarse la lancha de Regla, ése es el símbolo de que no se puede viajar, y eso las autoridades norteamericanas lo estimulan. 

El 19 de marzo es el primer secuestro, y los norteamericanos reciben a los secuestradores y hacen todo lo que hicieron; más no han podido decir: "Vamos a ponerlos en la calle". Se vio también que mientras el juez decretaba eso, la Fiscalía —a no ser que sea una gran hipocresía—, planteaba que no se les liberara, recurre al tribunal de Atlanta, que tiene jurisdicción superior sobre los de Miami; pero Atlanta concede los derechos pertinentes a los jueces. Es decir, ahora, después de los atentados del 11 de septiembre, se ven algunos esfuerzos... porque están en una situación muy embarazosa, para que a los piratas los puedan soltar. Pero a la larga no lo pueden ni impedir... 

Aquí, ya le dije, el 90 por ciento de los que salían ilegalmente eran personas que las venían a buscar de la Florida. Sólo un 10 por ciento buscaba una balsa, o se robaba un barco. Y eso ha costado muchas vidas, por lo que le conté de que esas embarcaciones iban sobrecargadas de personas, haciendo tráfico de inmigrantes ilegales... Y cuando llegaban allá, las autoridades norteamericanas no sancionaban. Nosotros tuvimos que tomar medidas duras, sanciones duras. Luego ellos, los presidentes, ya han ido cambiando los métodos. 

Con el presidente Bush, ¿se ha vuelto a degradar el problema migratorio? 

¿Qué hicieron? Suspenden la entrega de visas, lo mismo que había pasado en la época de Reagan, con pretextos, siempre hay pretextos, pero la suspenden. Y poco después es que viene james Cason y se produce el extraño hecho del 19 de marzo —dos horas antes de empezar la guerra en Irak— que aquellos con unos cuchillos secuestran un avión lleno de pasajeros. Y empiezan a ocurrir toda una serie de hechos... 

El día Io de abril, en horas de la madrugada, lo de la lancha de Regla. Y días después, ya hasta asaltan a un soldado, le quitan el arma... Se impidió un tercer secuestro, y más de treinta proyectos, cometidos por gente que no alega motivos políticos, Todos los casos, todos, eran del potencial delictivo del 5 de agosto de 1994, cuando se crearon los disturbios en La Habana y se originó una situación que nos obligó prácticamente a decirles a los norteamericanos: "No les vamos a cuidar la frontera", y nos declaramos en huelga. Que es cuando se produce entonces el éxodo masivo de los balseros, al que temen. Ahora, en las circunstancias de aquel momento, con la guerra de Irak empezando, lo han considerado el mejor pretexto para crear una situación que justificara la agresión. 

¿Cómo se termina el secuestro de la lancha de Regla? 

A los que se llevaron el barco en un momento dado se les acaba el combustible. Nosotros, ¿qué hicimos?: mandamos para allá al Ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra. El jefe de guardafronteras va para allá también. Hablo con un ayudante, y le digo: "Mira, localiza y que envíen para allá un transportador de combustible, equis lanchas más..." Para evitar cualquier naufragio trágico como el del 13 de julio de 1994. Porque se ha producido una situación que hay que tomar en cuenta. Los guardacostas de la Florida dicen que mandan unos barcos, como siempre... Siempre venían a acercarse cada vez que les informábamos que alguien se iba ilegal. Y de repente informan que han dado órdenes de que sus barcos viren, que hay una ley de no sé qué año —no sé si hablaban de 1988— que establece que, en esos casos, es el país de la bandera del barco secuestrado el que tiene que resolver el problema. Dicen que tiene que resolverlo Cuba. 

Ellos saben que hay una lancha secuestrada, rehenes, y unos tipos peligrosos allí, y ellos podrían haber dicho: "Bueno, no los vamos a dejar entrar, enviamos un barco y los vamos a devolver con la garantía que les hemos dado a todos", a pesar de que nunca han cumplido, a veces dejan el 20 por ciento allá, cuando les da la gana, un poco para satisfacer a los de la mafia de allá, que se opone a toda devolución. 

Nos envían una comunicación en la que dicen que ellos no harán lo que hacen siempre: esperar, venir, irlos escoltando, y ya en aguas norteamericanas decidir. Se supone que ellos quieren cumplir un convenio, y lo que hacen es decir: "Ocúpense ustedes." Tenemos que ocuparnos nosotros. 

Bien, han sido secuestrados una serie de ciudadanos, hay niños, hay extranjeros. Las instrucciones mías son: "Envíen más; medios". El mar fuerza tres, cada vez peor. Yo, antes de que llegaran a 22 millas, más o menos, ya dije: "Envíen varias lanchas, el combustible y todo." Claro, no íbamos a asaltar la lancha, era estúpido; había que asegurar que no se hundiera. Por eso mandamos al Ministro... Las instrucciones eran —teníamos allí como tres barcos—: "Uno a la derecha, a 100 metros; otro a 100 metros a la izquierda y coloquen uno detrás, a un kilómetro aproximadamente; vayan escoltándola por si se produce algún accidente inmediatamente socorrerlos, y mantienen esa situación, lo escoltan hasta que llegue a aguas jurisdiccionales norteamericanas. Cuídenla hasta que lleguen allí." 

Las autoridades norteamericanas, con bastante cinismo, declararon que eso era cosa nuestra, que ellos sabrían lo que¡ harían cuando ¡legaran allá, pero que ésta era cosa nuestra, es lo que mandaron a decir. Cuando al barco se le acaba el combustible, queda al pairo. Habíamos mandado creo hasta un remolcador. No era un equipo de combustible, era un equipo de auxilio, un remolcador. 

Los secuestradores seguían amenazando a un grupo de mujeres con cuchillos al cuello. Siempre ponían el cuchillo en el cuello de algunas de las mujeres, y de las turistas también; ellos sabían bien, estaban conscientes de que hacían daño con todo eso. Cuando se quedan sin combustible, aceptan que los remolquen. Aquello no se hundió de milagro, si usted ve la escena... Era un barco plano, para aguas interiores; eso lo sabían los del lado de allá también, y se niegan a aceptarlos. Al acabarse el combustible, los secuestradores se comunican con nosotros y aceptan que un remolcador le ponga una soga a la lancha en la proa, pero ellos no deponían su actitud... Y así llegan al puerto de Mariel, arribaron a un muelle, pero no se arriman al muelle, se amarran al muelle con una soga de varios metros. 

Claro, vienen a buscar combustible, igual que el avión que pidió combustible, con una desconfianza tremenda. 

¿También eso lo siguió usted personalmente? 

También me ocupo del asunto. Le voy a decir por qué. En medio de todo el trabajo, ya iban siendo como a las 11:00 de la noche y ya estaban todas las fuerzas, los guardafronteras... Lo que hacen en todas partes cuando hay un avión secuestrado, que usted sabe que ha habido un montón de casos, en Europa y en todas partes, y sabe lo que hacen con un avión secuestrado, no se andan con limitaciones de ninguna clase, y asaltan, disparan, matan. 

Ahí había gente de tropas especiales y guardafronteras, y la idea que tenían era liberar el barco. Yo lo primero que hago es decirles que no procedan a ninguna acción. 

¿Usted se desplazó allí a Mariel? 

Les mando decir por teléfono, y cuando terminé con otras actividades, me moví rápido, antes de la hora en que se suponía que iban a tomar medidas allí para liberar a los rehenes. Entonces, cuando estoy llegando — falta como media hora para las 12:00 de la noche—, me piden que nos detengamos, casi coincidía con el momento en que iban a proceder. 

Ellos tenían las instrucciones que íes habíamos dado, que se pusieran a los lados, los refuerzos; pero ya estaba el barco... Bueno, tenían la esperanza de que una vez allí los secuestradores entraran en razones. Por eso yo decido ir, preocupado... Doy la orden de que no hagan ninguna de esas acciones, por las consecuencias que suelen tener para pasajeros, para secuestradores y para todo el mundo. 

Un poco antes de las 12:00, ya tenían parado el barco, A todo esto, estoy comunicando con un telefonito celular de esos; para las comunicaciones uno tiene que cuidarse mucho, en cuanto hago una comunicación, en Estados Unidos todo lo saben. 

Le oyen todo. 

Digo: "Díganles que no hagan nada." Están preparando las condiciones de qué hacer, las medidas a tomar, cómo iban a liberar a los rehenes, están más bien planificando, y yo llego, y observo toda la situación aquella, y les recomiendo que no hagan nada. No había llegado aún la lancha, había hasta algún mercante en el muelle, y les digo: "No hagan ninguna acción", porque es peligroso, cualquier accidente...; hay que buscar una solución que no sea cruenta, para que no se produzca ninguna víctima. 

Realmente, esa noche y a través de la fonía de uno de los patrulleros, estuvimos estudiando el personaje que estaba de jefe; el personaje era peligroso, al revés del otro, el de la granada en el avión. 

¿Ustedes conocían la identidad de ellos? 

Nunca se conoce al principio, hay que mandar a averiguar; ahí lo que tú estás viendo es el comportamiento, cómo habla, qué dice, cómo argumenta, qué nivel tiene. Se veía una gente primitiva. Y la posición donde tenía las pistolas, pegadas a los rehenes... Escogía, precisamente, a las francesas, eran dos nórdicas y dos francesas, cuatro mujeres. 

Cuatro turistas. 

Ese jefe era peligroso, es la conclusión que se sacó, y entonces se fue abordando todo el problema. Estuve allí observándolo todo; era gente que estaba agotada, no habían dormido desde la 1:00 de la madrugada, ya habían pasado 24 horas, y no se sabía quién necesitaba más descanso, si los secuestradores o la gente nuestra. Digo: "A descansar todo el mundo." Se logró una especie de tregua para que ellos durmieran. Se íes mandó agua a los niños, hablaban como de "cuatro o seis niños chiquitos"; se les mandó leche, agua para los rehenes, v se logra comprometerlos en una negociación para buscar una solución. 

Yo me voy y duermo unas pocas horas, siguiendo el problema. El que estaba de jefe de los secuestradores ha acordado que iba a mandar a uno de sus compañeros a tierra. Fueron negociando. 

El hombre que mandó llegó en un plano muy insolente, muy endurecido, cuando se había logrado cierto aflojamiento. Se ponen duros y exigentes, y amenazantes dando ultimatos. En aquella situación cambiamos de táctica, no se le respondió más a las llamadas y se empezó a pensar en cómo resolver el problema, porque ya no había forma de establecer siquiera una negociación. Había que buscar variantes, porque los rehenes estaban sufriendo mucho. Ahí empiezan una serie de tácticas, más bien de tipo psicológico. Había procedimientos de fuerza que se podían utilizar, pero rechazamos utilizar algunos, a pesar de que el jefe principal, el más peligroso, era vulnerable... 

¿Pensaban ustedes en una intervención? 

Sí. El tenía a las turistas con la pistola pegada a la cabeza, el gatillo levantado y sin seguro. Eso lo supimos después porque cuando en el agua se encontró la pistola, al buzo que la está sacando se le dispara un tiro. Toda la situación era peligrosa, realmente, era un individuo que podía usar el arma. 

Pero a él no se le castiga por eso, ése no era el problema; realmente era peligroso, hubo que adaptarlo todo. No se usó ninguna violencia, se usaron métodos psicológicos de distintos tipos. Ya estaban todas las condiciones tomadas, de forma que casi se reduce a cero el riesgo. Pero dio resultado. Había una tropa delante, como elemento psicológico, y una de las francesas entra como en comunicación, le hace seña a la tropa nuestra de que ella.... A ella la tenían encañonada con una pistola. El tipo, además, estaba un poco agotado, exaltado, porque las comunicaciones se habían cortado, hacía una hora que no había comunicaciones. 

Para estudiar su comportamiento, se hizo entonces una comunicación... Le digo al Ministro: "Dile que la única garantía que tiene es que suelten a los rehenes." Llega un momento ya, en horas de la tarde, y próximo a utilizar otro de los recursos posibles, para garantizar una solución sin violencia, cuando ocurre lo de la francesa.,. La muchacha le hace seña a una escuadra de hombres de Tropas Especiales que están allí, consultan, y decimos: "Sí, sería lo más inteligente. Estimulen la fórmula de tirarse al agua." Y entonces las dos francesas se tiran al agua. Hay una más decidida, que era la que más peligro corría; hay otra que está un poco más amedrentada. Las dos fueron audaces, no sé qué pretexto usan, se tiró una y después se tiró la otra, e inmediatamente hasta uno de los que estaba con el jefe de los secuestradores, un poco oportunistamente; el jefe se mueve con la pistola para ver lo que está pasando allá. Uno de los que estaban allí entre los secuestrados, era miembro del Ministerio del Interior, se abraza con él, forcejean y caen al agua, cae primero, incluso, la pistola; los dos caen al agua, y es por eso que la pistola hay que buscarla, y apareció, como treinta horas después la sacaron. En el agua se dispara la pistola. El la tenía cargada, era peligroso dominarlo; pero él cayó al mar y todo el mundo hizo así: para el agua. 

¿Nadie resultó herido? 

No, nadie. Claro, nosotros hicimos operaciones psicológicas. El se intimidaba mucho cuando una lancha se acercaba. Ahora no tenía de qué quejarse, la lancha daba vueltas; de todo hacíamos, todas aquellas medidas en que lo poníamos en situación de tensión, estaba agotándose ya; pero la muchacha francesa es la que promueve el desenlace y se lanzan todos al agua, y ellos también, todos se lanzaron al agua y fueron recogidos. 

Yo después los vi, hablé con las turistas francesas, les pregunté todo, hablé con los distintos rehenes. Con él no hablé sino con los demás y fui preguntándoles algunas cosas. Entre los cuarenta había algunos cómplices, ellos tenían alrededor de doce había algunas mujeres; la propia señora que tenía el niño era cómplice, pero no tenían implicación alguna por lo menos 2 pasajeros. 

¿Ustedes, en las negociaciones con ellos, le prometieron algo, no sé, la libertad, un visado para Estado Unidos, o algo así, si soltaban a los rehenes sanos y salvos Mire, ya ellos habían creado el problema. Incluso el intento de persuadirlos era muy complejo. A mí no me gusta y dije: "Diles que serán castigados en dependencia de su comportamiento", s ellos cooperaban para resolver el problema, y sinceramente se íes habló de priorizar la solución de aquella situación en concreto mientras se buscaba cómo resolver la que ya se había creado con la posición adoptada por las autoridades de Estados Unidos. 

Ya en esa situación era realmente indispensable buscar una solución, como la que se adoptó cuando los secuestros de los aviones norteamericanos. Al devolver a aquellos secuestradores que se traían aviones de Estados Unidos. En 24 años no se ha vuelto a producir un solo secuestro. Ahora todo el mundo, los locos, los medio locos, tienen en cuenta que no consiguen el objetivo, porque los devolvemos, y es lo que no quisieron hacer las autoridades norteamericanas con ninguno de estos casos, que con sencillamente devolverlos se podía tener la esperanza de resolver el problema. 

No bastaba, incluso, una sanción drástica, eso no era suficiente, había que asumir riesgos adicionales, advertir que bajo ninguna circunstancia un secuestrador de barco o de avión recibiría una gota de combustible y que no recibirían petróleo ni ninguna cooperación, ni barco ni avión. 

Lo tercero es que quienes realizaran tales hechos serían sometidos al mismo procedimiento, y que el Consejo de Estado no tendría clemencia. 

Así que de hecho, a causa de la actitud de las autoridades norteamericanas, se arriesga aquí a eventuales rehenes. Entonces, yo digo: Bueno, ¿quién tiene la responsabilidad si un avión de línea, un avión con cien pasajeros, es víctima de una explosión en el aire? ¿Quién tiene la responsabilidad de esas muertes? Los que están estimulando desde allá ese tipo de acciones. Por eso yo digo a muchos de nuestros amigos que a veces nos critican que traten de comprender las circunstancias en que el país tiene que defenderse. 

Pero, aun en esas circunstancias, los autores podían haber sido castigados a penas severas. En cualquier otro país lo hubiesen sido. Pero ¿por qué a la pena capital y con una ejecución tan imniediata? 

No bastaba de hecho ni siquiera ía sanción ejemplar. Habría sido para nosotros muy complicado y estábamos dispuestos, no obstante, a hacer con éste, con el que estaba de jefe, si tenía )a jefatura de verdad, algún compromiso de sanción, y se íes dijo: "Serán sancionados, pero la sanción dependerá de que cooperen o no." Realmente se hicieron grandes esfuerzos para que el hombre cooperara. Pero de todas formas nos colocaba ya en una situación muy difícil; porque cuando se está celebrando el juicio, ya se había producido el intento de robar un arma para secuestrar otro avión; ya eran decenas, eran más de treinta proyectos, por todas partes llegaban noticias de intentos de secuestro de aviones y de secuestro de barcos por parte de ese tipo de gente, que son audaces, que no temen. 

En ese momento el problema ya los norteamericanos lo habían creado. Y uno sabe, por las circunstancias en que operan, que ésa es una prueba de que el problema no se resuelve de ninguna manera. Bastaría con que dijesen que devuelven todo avión que se secuestre; el día que devolvieran un solo secuestrador, el problema se acababa. Nosotros les resolvimos a ellos el problema, pero ellos no nos lo resolvieron a nosotros. Quedó la Ley de Ajuste Cubano, quedaron los secuestros de naves, robos, piratería de naves agrícolas, pero no naves de pasajeros. Nadie pensaba siquiera que se podía producir, fue realmente una gran sorpresa. 

Y piense usted que el secuestro del avión se produce en vísperas de iniciarse la guerra contra Irak, de donde surge la cuestión de la necesidad imperiosa, desde nuestro punto de vista, de parar aquello, y para nosotros había que parar aquello y no veíamos otro camino de parar la ola de secuestros. Hubo que hablar después y explicar, pero es que había que decir: "Política: ni una gota de gasolina." Así que podían aterrizar de una forma o de otra, y no habría una gota de gasolina; es decir, nadie obtendría gasolina hiciera lo que hiciera. Y, además, las otras medidas. 

De modo que, al desaparecer, realmente, la posibilidad de que puedan obtener el objetivo con eso —aunque sí podían llevarse una lancha por ahí—, de esa manera el secuestro de barcos y aviones con toma de rehenes, esa posibilidad ya no la tienen, no existe en este momento. 

Ahora, fíjese, los elementos que le doy: desde septiembre de 2002 los norteamericanos cortan el convenio de un acuerdo que venía cumpliéndose durante diez años. No fue después que les hablamos del moni toreo, fue seis meses antes de que se produjera la prohibición de viajar, seis meses antes —vaya a saber por qué—, cortan la entrega de visas y crean ya la misma situación que se había producido en el mes de agosto de 1994; crean una situación de caos si aquí empiezan a robarse barcos y aviones. Figúrese la importancia que nosotros teníamos que darle a eso, casi por encima de todo. 

Entonces, secuestran el avión de una manera extraña, que nadie se explica; ni siquiera la guerra contra Irak había comenzado, y eso estaba planeado de antes, porque hicieron varios viajes. Nadie sabe quiénes son esos tipos, lo que saben, si los indujeron, que es posible y creo que hasta probable, porque basta uno, basta un jefe, no va a ser una enorme casualidad. Ya tienen planeado eso, ya vienen suspendiendo las visas hace un montón de meses, ya tienen planes para hacer algo. Ya han logrado el secuestro de un primer avión, y ellos, los norteamericanos, saben, igual que nosotros, qué potencial hay. 

Cuando volvió Oliver Stone,[3] nos reunimos Oliver y los que venían con él, Felipe Pérez Roque también estuvo, y los ocho tipos que asaltaron a un soldado y le quitaron el fusil con la intención de ocupar un avión y secuestrarlo. Ésos están sancionados, aunque se pudo evitar el secuestro. Ya estaban en el aeropuerto, tenían todo el plan. Desde luego, ninguno por motivos políticos. Todos contaron su historia; cada uno, sus motivaciones. Estábamos todos conversando, casi como estamos conversando aquí: "¿Ustedes por qué hicieron esto?" "Por tal cosa." Todos con noveno grado, porque todos tienen el noveno grado —hay uno que tenía un poquito más—, porque ésta es una población que lee y los delincuentes aquí, la mayoría, tienen noveno grado. Ahí están todos tomados y filmados, una conversación donde está Oliver y su gente, Oliver preguntando además, y yo también les pregunté, y hasta les expliqué: "Ustedes tendrán que ser castigados; pero, afortunadamente, ustedes no lograron realizar el secuestro." 

Ellos explicaron, uno por uno, por qué habían decidido ese secuestro y cuándo. Un día dijimos: "Vamos a verlos," Estaban aquí, porque el lugar del delito está en la jurisdicción del tribunal de La Habana. Nada de esto se ha publicado, y ellos hablaron como hablamos usted y yo. 

¿Y dijeron por qué se querían marchar? 

Todo, explicaron eso. Pero es que hay, además, más de treinta casos... 

Que se estaban produciendo ya. 

Sí, treinta proyectos de secuestro, y ahora casi han desaparecido. 

¿Usted considera, por consiguiente, que la aplicación de la pena capital ha sido en este caso eficaz? 

Este es el caso en que yo digo que una medida de esta naturaleza corta el problema. Y el antecedente lo tenemos en el hecho de que en 25 años, de ese país, de Estados Unidos, donde hay tantos locos y todo tipo de desquiciados, nadie se ha llevado un avión, cuando antes se llevaban decenas de aviones cargados de pasajeros, a pesar de las sanciones que nosotros les íbamos poniendo. Solo una: devolverlos. Si ellos devolvieran, se acababa el problema. Si ellos quitan su Ley de Ajuste Cubano, no hay ningún problema de este tipo, Ramonet. Ésa es la historia, se la he contado entera, me he olvidado de que estábamos en una entrevista. 

¿Qué sentimientos le inspiran todos aquéllos que han protestado contra esas tres ejecuciones? 

Respetamos totalmente las opiniones de los que por razones religiosas, filosóficas o humanitarias se oponen a la pena capital. Los revolucionarios cubanos también la aborrecemos, por razones más profundas que las que han sido abordadas por las ciencias sociales sobre el delito, hoy en proceso de estudio en nuestro país. Llegará el día en que podamos acceder a los deseos de todos aquellos amigos, y usted entre ellos, que nos aconsejan abolir esta pena. Debo decir que hemos sufrido, en particular, por no haber podido responder positivamente a la noble intervención del Papa Juan Pablo II. 

Hacia ese Papa sentía un sincero y profundo respeto. Comprendí y admiré su noble lucha por la vida y por la paz.j Nadie se opuso tanto v tan tenazmente como él a la guerra contra Irak. Estoy absolutamente seguro de que nunca habría aconsejado a los iraquíes dejarse matar sin defenderse; tampoco hubiera aconsejado algo parecido a los cubanos. Él sabía perfectamente bien que éste no es un problema entre cubanos; es un problema entre el pueblo de Cuba y el gobierno de Estados Unidos. Ni siquiera Cristo, que expulsó a latigazos a los mercaderes del templo, dejaría de optar por la defensa del pueblo. 

¿Le sorprendió la declaración de José Saramago?[4] 

Sí. Nos dolió bastante. Creo que se precipitó un poco. Sin conocer a fondo la situación, ni las circunstancias. Pero respeto sus convicciones. Muchos amigos nuestros se molestaron por esas ejecuciones. Nosotros respetamos sus principios. Pero ha habido mucha propaganda y eso ha creado una gran confusión. Algunos amigos, que habían hecho declaraciones críticas, como Eduardo Galeano, han rectificado luego su primera actitud. Nosotros hemos apreciado mucho que algunos amigos nuestros hayan tenido en cuenta, por lo menos en parte, nuestras explicaciones.


(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 523-548)  ©

 

 

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