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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 13-La Crisis de Octubre de 1962.

 
 
 
 

 

LA CRISIS DE OCTUBRE DE 1962

 

EL MUNDO AL BORDE DE UNA GUERRA ÁTOMICA –
LA “TRAICIÓN” DE LOS SOVIÉTICOS – UNA NEGOCIACIÓN FALLIDA –
CARTAS INTERCAMBIADAS CON JRUSCHOV – JRUSCHOV,
GORBACHOV, PUTIN – EL ASESINATO DE KENNEDY

 

 

 

Con Kennedy vivió usted, y el mundo entero, una de las más peligrosas crisis internacionales: la Crisis de Octubre de 1962 o Crisis de los Misiles. ¿Cómo juzga usted, 43 años después, aquella situación? 

Fue un momento muy tenso, y las lecciones que pueden extraerse de esa crisis son muchas. El mundo estuvo a punto de una guerra termonuclear, como consecuencia de la política agresiva y brutal del gobierno de Estados Unidos contra Cuba y un plan de invadir la isla ya con el empleo directo de las fuerzas navales, aéreas y terrestres de ese país, aprobado aproximadamente diez meses después de la desastrosa derrota que sufrieron en Girón y ocho meses aproximadamente antes de que estallara la crisis. 

Los soviéticos lograron obtener noticias absolutamente verídicas sobre ese plan y le comunicaron a Cuba la existencia de tal peligro, aunque no fueron totalmente explícitos, y en realidad protegieron la fuente. Dijeron que habían llegado a esa convicción después de la reunión entre Jruschov y Kennedy en Viena. Los detalles de ese plan se conocieron casi veinte años más tarde, cuando los documentos relacionados con el tema fueron desclasificados y publicados por el gobierno de Estados Unidos. 

Para hablar con nosotros, enviaron a Sharaf Rashidov, Secretario del Partido en Uzbekistán, y al Jefe de las Fuerzas Coheteriles Estratégicas de la URSS, Mariscal Serguei Biryuzov. En el primer encuentro con ellos estuvimos presentes Raúl y yo. 

Después de ofrecer la información señalada, preguntan qué yo pensaba que debía hacerse para evitar aquel ataque. Yo les respondí con toda calma: "Hagan una declaración pública advirtiendo a Estados Unidos, igual que ellos hacen en circunstancias similares, que un ataque a Cuba sería considerado como un ataque a la URSS." 

Argumenté ese punto de vista. Ellos se quedaron pensando un rato y después añaden que para que no se tratara de una simple declaración era necesario adoptar algunas medidas concretas. Fue entonces cuando expresaron su criterio de instalar un mínimo de proyectiles de alcance medio en Cuba. 

Para mí, tal como lo aprecié, se hizo evidente el deseo de obtener una mejoría en la correlación de fuerzas entre la URSS y Estados Unidos. Confieso que no me agradaba mucho la presencia de aquellas armas en Cuba, dado nuestro interés de evitar para nuestro país la imagen de ser una base soviética, de modo especial en el ámbito de América Latina. Les respondí: "Hagamos un receso, pues deseo consultar con la dirección nacional de la Revolución este delicado y trascendente asunto." Así lo hice en horas del mediodía. En esa reunión recuerdo que participaron, además de Raúl, Blas Roca, el Che, Dorticós y Carlos Rafael. A ellos les expuse lo que habíamos conversado y el punto de vista de que además de un sincero deseo de evitar un ataque contra Cuba, tema en el que Jruschov se sentía muy comprometido, los soviéticos deseaban mejorar la correlación de fuerzas estratégicas, dado lo que significaba la presencia de sus proyectiles en Cuba, equivalente a la ventaja obtenida por Estados Unidos con la presencia de proyectiles similares en países vecinos de la Unión Soviética: Turquía e Italia. 

Añadí que sería inconsecuente de nuestra parte esperar de la URSS y del campo socialista el máximo de apoyo en caso de agresión a nuestro país por parte de Estados Unidos, y en cambio nos negáramos a enfrentar riesgos políticos y de prestigio cuando ellos necesitaban de nosotros. Este punto de vista ético y revolucionario fue aceptado por unanimidad en la reunión de la Dirección. 

De regreso al local donde nos esperaban los representantes de la URSS, les dije así textualmente: que si se trataba de proteger a Cuba de un ataque directo y fortalecer a la vez a la URSS y al campo socialista, estábamos de acuerdo con la instalación de los cohetes de alcance medio que fueran necesarios. 

El resto del tiempo se invirtió en las medidas complementarias pertinentes. Serían enviados 42 proyectiles de alcance medio. Las fuerzas navales, aéreas y terrestres en Cuba serían reforzadas con lanchas coheteriles, un regimiento de aviones MiG-21, cuatro brigadas de infantería motorizada bien equipadas con blindados y tanques y un regimiento de armas nucleares tácticas que en el momento en que estalla la crisis ya disponía de todas sus ojivas nucleares y cuyo jefe tenía facultades para emplear aquellas armas sin necesidad de órdenes superiores. Años después McNamara se horrorizó cuando supo esto. Baterías de cohetes tierra-aire de defensa antiaérea con 30 kilómetros de alcance serían desplegadas para proteger las armas nucleares estratégicas. 

Esta conversación tuvo lugar cinco meses antes de la crisis. No se podía perder un segundo. El esfuerzo fue colosal. 

Sin estos antecedentes no se podría tener una idea de lo que ocurrió en octubre de ese año 1962. Entre otras cosas, se planteó de inmediato la elaboración de los documentos pertinentes. Los soviéticos los enviarían, y poco después los hicieron llegar. 

Los analicé detalladamente y pude percatarme de que el proyecto de acuerdo o convenio militar sobre el emplazamiento de los cohetes tenía lagunas desde el punto de vista político y no era adecuado para presentarlo como documento público sobre tan delicado tema. 

Lo reelaboré completamente, lo escribí a mano y lo envié con Raúl a Moscú. Allí él lo discutió con el Ministro de Defensa Malinovski y con Jruschov. Fue aceptado sin quitarle un punto ni una coma. 

Comenzaron los preparativos. Es justo reconocer que las Fuerzas Armadas y el Estado soviético actuaron con gran eficiencia para ubicar en tan breve tiempo los efectivos acordados. Por nuestra parte fue enorme el esfuerzo para explorar, junto con los soviéticos, los puntos donde serían dislocadas las unidades y el armamento, incluidos los cohetes de alcance medio y todos los elementos de protección. Hacer todo esto manteniendo las normas más estrictas posibles de compartimentación, camuflaje y discreción es tal vez lo más difícil que cualquiera pueda imaginarse. Nuestras Fuerzas Armadas y órganos de Seguridad, apoyados por el Partido y las organizaciones de masa, actuaron con una eficacia como creo que no se ha visto en el mundo algo parecido. Pese a estos esfuerzos, los rumores —las bolas, como decimos en Cuba— circulaban por todas partes. Los desafectos a la Revolución enviaban mensajes por todas las vías a Estados Unidos informando a familiares y funcionarios los movimientos que observaban. No tardó la prensa en hacerse eco de los rumores. Kennedy se veía emplazado por la oposición y por la prensa. 

Se entra en una discusión bizantina y extraña entre los gobiernos de la URSS y Estados Unidos acerca del carácter ofensivo o defensivo de las armas que se estaban enviando a Cuba. Jruschov aseguró a Kennedy que las armas eran defensivas. Kennedy interpreta que en ese caso no había proyectiles de alcance medio. Pienso que creyó, a su modo, las categóricas informaciones de Jruschov, quien continuó afirmando que las armas eran defensivas, a partir no de un criterio técnico, sino de los propósitos defensivos que sustentaban su ubicación en Cuba. La URSS no tenía ninguna necesidad de entrar en esas explicaciones. Lo que Cuba y la URSS hacían era totalmente legal y con apego estricto al derecho internacional. Debió declararse desde el primer momento que Cuba dispondría del armamento requerido para su defensa. 

No nos gustaba el curso que estaba tomando el debate público. Envié al Che, Ministro de Industrias y miembro de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, a exponerle a Jruschov mis puntos de vista, incluida la necesidad de publicar de inmediato el acuerdo militar suscrito entre la URSS y Cuba. 

No logré persuadirlo. La respuesta de Jruschov fue que él enviaría más adelante la Flota del Báltico para desalentar una reacción demasiado fuerte por parte de Estados Unidos. 

Para nosotros, los dirigentes cubanos, la URSS era un Estado poderoso y experimentado. No teníamos otro argumento para persuadirlos de que la estrategia en el manejo del asunto debía cambiarse, y no nos quedó otra alternativa que confiar en ellos. 

¿Cómo empieza la crisis? 

Los norteamericanos detectan las instalaciones para los misiles entre el 14 y el 15 de octubre. Un avión espía U-2, que vuela a gran altura, toma fotos de unas rampas de lanzamiento. En realidad, es sabido hoy que fue un miembro de los servicios de información soviéticos, el coronel Oleg Penkovsky, quien dio a los norteamericanos el emplazamiento preciso de los misiles que luego el U-2 detecta. Kennedy es informado el 16 de octubre. Seis días después se inició la crisis. 

Lo inverosímil de la actitud de Jruschov es que, mientras se ubicaban a lo largo del país las baterías de cohetes tierra-aire, no se hubiese impedido al adversario toda posibilidad de ubicación de los medios de defensa soviético-cubanos y se hubiese permitido volar a los aviones espías. 

Ya esto no era una cuestión relacionada con la táctica o la estrategia. Era una decisión relacionada con la disposición de mantener o no una actitud verdaderamente firme ante la situación creada. Desde nuestro punto de vista, que sostuvimos entonces y aún hoy sostengo, permitir volar a los aviones espías le otorgó gratuitamente al adversario una ventaja extraordinaria. Le permitió disponer de una semana completa para organizar su plan de respuesta, tanto en el terreno político como en el terreno militar. 

Al desatarse la crisis, Jruschov no tenía una idea clara de lo que debía hacer. La primera declaración fue enérgicamente condenatoria de la posición adoptada por Kennedy. 

¿Qué hace Kennedy entonces? 

Kennedy había actuado desde varios días antes del estallido de la crisis. El 19 de octubre consulta con el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas norteamericanas, que le aconseja un ataque aéreo masivo sobre las instalaciones de proyectiles. El 20 de octubre, aconsejado por Robert McNamara, Secretario de Defensa, Kennedy decide el bloqueo naval de la isla con 183 buques de guerra, entre los cuales había ocho portaaviones, y 40 mil infantes de marina a bordo de los transportes. 

A su vez, son concentrados en la Florida 579 aviones de combate y tenían listas cinco divisiones del Ejército, entre ellas las divisiones élite aerotransportadas 82 y 101. La opinión pública norteamericana y mundial ignora aún lo que ocurre en ese momento. 

¿Cuándo Kennedy informa a la opinión pública? 

Él habla por televisión el 22 de octubre a las 7:00 de la noche. Lo hace por todos los canales del país y con gran dramatismo. Es entonces cuando la opinión mundial se entera de la crisis y de que el mundo está al borde de una guerra termonuclear. Kennedy anuncia que la Unión Soviética debe retirar sus proyectiles o arriesgarse a esa guerra. Anuncia también el bloqueo naval de Cuba para impedir la llegada de nuevos misiles. Ya en ese momento, los soviéticos han arrestado al coronel Oleg Penkovsky y saben que los norteamericanos poseen toda la información. 

¿Cuándo usted es informado de que los norteamericanos saben? 

Realmente lo adiviné cuando anunciaron ese día 22, de forma espectacular, que Kennedy hablaría a las 7:00 de la noche y observé una serie de indicios adicionales. No podía ser otra cosa que una reacción frente a la presencia de los misiles. Yo había solicitado al mando militar soviético en Cuba que acelerara al máximo la construcción de las rampas de los cohetes estratégicos. Teníamos que estar listos para combatir. Se trabajó día y noche. El 16 de octubre prácticamente ninguna rampa de lanzamiento estaba terminada; el 18 había ocho, el 20 había trece, el 21 ya había veinte. Se marchaba a toda velocidad. 

¿Qué hicieron ustedes frente a tan gran peligro? 

Como le dije, desde antes de que hablara Kennedy anticipamos el objetivo de su comparecencia, y decidimos declarar la alarma de combate y movilizar hasta el último hombre. Fueron puestos sobre las armas alrededor de 300 mil combatientes con elevado espíritu de lucha. El 23 de octubre hablé por televisión para denunciar la política de Estados Unidos, advertir el riesgo de invasión, movilizar totalmente al pueblo y expresar nuestra disposición de combatir, cualesquiera que fueran los riesgos. 

¿El bloqueo naval por la armada norteamericana se llegó a hacer efectivo?bbbbbbbbbb 

Sí. Ese bloqueo se hizo efectivo el 24 de octubre a partir de las 2:00 de la tarde. Y había en aquel momento 23 navios soviéticos que estaban en ruta hacia Cuba. 

¿En esa situación, qué hicieron las Naciones Unidas? 

Tuvo lugar el debate que yo calificaría de bochornoso entre el embajador norteamericano, Adlai Stevenson, y el soviético, Valerian Zorin. Stevenson presentó de manera espectacular ante el Consejo de Seguridad grandes fotos aéreas de las bases de proyectiles estratégicos. El soviético negó la evidencia, negó la autenticidad de esas pruebas. Rechazó el debate. Todo era improvisado, el hombre no estaba preparado para discutir. No ataca, no denuncia, no emplea las poderosas razones que tenía Cuba, país pequeño y agredido, amenazado por la superpotencia, para solicitar apoyo, y la URSS para ofrecerlo, fiel a sus principios y sus deberes internacionalistas, y se enreda en una argumentación mediocre, emanada de las vacilaciones y el mal manejo público del tema por parte de Jruschov en los meses que precedieron la crisis. Cometió el error de rechazar el verdadero debate, que debió haber sido sobre la soberanía de Cuba, su derecho a defenderse, a protegerse. Eso ocurrió el 25 de octubre de 1962. 

Entretanto me imagino que los norteamericanos seguían sobrevolando Cuba, ¿no? 

Continuaron sobrevolando y se les permitía hacerlo impunemente, a pesar de las baterías de cohetes antiaéreos previamente instaladas para evitar precisamente eso, el espionaje abierto y descarado sobre el territorio nacional, observando cada detalle de nuestra defensa. 

Ellos seguían enviando sus aviones espías U-2, y empezaron también a hacer vuelos de reconocimiento, incluso a baja altura. Nosotros decidimos disparar contra los aviones norteamericanos que volaban rasantes. El vuelo rasante no se podía detectar entonces, y facilitaba un ataque por sorpresa. Se lo planteamos a los responsables militares soviéticos que estaban aquí, les dijimos que los vuelos rasantes no se debían permitir. Les informamos previamente que íbamos a disparar. Y abrimos fuego con artillería antiaérea. 

El 27 de octubre, una batería de cohetes antiaéreos SAM en la provincia de Oriente, manipulada por los soviéticos, dispara y derriba a un avión espía U-2. Se produce entonces el momento de máxima tensión. Muere el oficial norteamericano Rudolph Anderson, piloto del avión espía. Ese hecho era la prueba de que prácticamente se estaba ya combatiendo. En cualquier momento podía producirse un nuevo incidente que desencadenara la guerra. Y permítame repetirle que aquí la gente estaba serena. 

¿Usted pensó en algún momento que la guerra era inevitable? 

Mire, era un momento muy tenso. Nosotros mismos creíamos que era inevitable el conflicto y estábamos decididos a aceptar ese riesgo. No nos pasaba por la mente la idea de ceder ante las amenazas del adversario.

 

Pero los soviéticos cedieron. 

En ese momento de máxima tensión, los soviéticos envían a Estados Unidos una proposición. Y Jruschov no la consulta con nosotros. Proponen retirar los misiles, si los norteamericanos retiran sus cohetes Júpiter de Turquía. Kennedy acepta el compromiso el 28 de octubre. Y los soviéticos deciden retirar los cohetes SS-4. Aquello nos pareció absolutamente incorrecto. Ocasionó mucha indignación. 

¿Tuvo usted la impresión de que el acuerdo se hacía a espaldas de ustedes? 

Nosotros nos enteramos por vía pública de que los soviéticos estaban haciendo esa proposición de retirar los proyectiles. ¡Y no se había discutido en absoluto con nosotros! No estábamos en contra de alguna solución, porque era importante evitar un conflicto nuclear. Pero Jruschov tenía que haber dicho a los norteamericanos: "Hay que discutir también con los cubanos." Careció en ese instante de serenidad y firmeza. Por una cuestión de principios debieron consultar con nosotros. 

De haber sido así, con seguridad los términos del acuerdo hubiesen sido mejores. No hubiera permanecido en Cuba la base naval de Guantánamo, no se hubieran mantenido los vuelos espías a gran altura. Todo eso nos agravió mucho. Protestamos. Y aún después del acuerdo seguimos disparando contra los vuelos rasantes. Tuvieron que suspenderlos. Nuestras relaciones con los soviéticos se deterioraron. Durante años, eso influyó en nuestras relaciones. 

No he querido narrarle pormenorizadamente todos los pasos que dimos en aquella crisis, pero no sería posible comprenderlos en toda su magnitud política, moral y militar si no se conocen las cartas intercambiadas entre Jruschov y yo en aquellos días. 

Comienzo por leerle la carta que envié a Jruschov el 26 de octubre de 1962: 

Querido compañero Jruschov: 

Del análisis de la situación y de los informes que obran en nuestro poder considero que la agresión es casi inminente dentro de las próximas 24 ó 72 horas. 

Hay dos variantes posibles: la primeray más probable es el ataque aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado de destruirlos; la segunda, menos probable, aunque posible, es la invasión. Entiendo que la realización de esta variante exigiría gran cantidad de fuerzas y es además la forma más repulsiva de agresión, lo que puede inhibirlos. 

Puede estar seguro que resistiremos firme y decididamente el ataque sea cual fuere. 

El estado moral del pueblo cubano es sumamente alto y se enfrentará al agresor heroicamente. 

Deseo en estos instantes expresarle en palabras muy breves una opinión personal. 

Si tiene lugar la segunda variante y los imperialistas invaden a Cuba con el fin de ocuparla, el peligro que tal política agresiva entraña para la humanidad es tan grande que después de ese hecho la Unión Soviética no debe permitir jamás las circunstancias en las cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer golpe nuclear. 

Le digo esto, porque creo que la agresividad de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si ellos llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la Ley y la moral universal, como invadir a Cuba, ése sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y temblé que fuese la solución, porque no habría otra. 

Influye en esta opinión ver cómo se desarrolla esta política agresiva, cómo los imperialistas a despecho de la opinión mundial, por encima de los principios}! del derecho, bloquean los mares, violan nuestro espacio aéreo y preparan la invasión, mientras por otra parte hacen fracasar toda posibilidad de negociación, a pesar de que saben la gravedad del problema. 

Usted ha sido y es un incansable defensor de la paz, comprendo cuan amargas han de ser estas horas, cuando los resultados de sus esfuerzos sobrehumanos son amenazados tan seriamente. Hasta el último momento, no obstante, mantendremos la esperanza de que la paz se salve y estamos dispuestos a contribuir con lo que esté a nuestro alcance. Pero al mismo tiempo, nos disponemos con serenidad a enfrentar una situación que vemos muy real y muy próxima. 

Le expreso una vez más la gratitud infinita y el reconocimiento de nuestro pueblo al pueblo soviético que tan generoso y fraternal ha sido con nosotros, y nuestra profunda gratitud y admiración a usted, así como el deseo de éxito en la enorme tarea y graves responsabilidades que tiene en sus manos. 

Fraternalmente, 

Fidel Castro 

El 28 de octubre Jruschov me escribe una carta: 

Querido compañero Fidel Castro: 

Nuestro mensaje al presidente Kennedy del 27 de octubre permite arreglar la cuestión en su favor, defender a Cuba de la invasión, del desencadenamiento de la guerra. La respuesta de Kennedy que, por lo visto, conoce también, ofrece seguridades de que los Estados Unidos no invadirán a Cuba no solamente con sus fuerzas, sino que no permitirán a sus aliados realizar la invasión. Con esto el Presidente de los Estados Unidos responde positivamente a mis mensajes del 26y 27 de octubre de 1962. 

[...] 

Pero ahora está en vigor no tanto el derecho, cuanto la insensatez de los militaristas del Pentágono. Ahora, cuando se divisa el acuerdo, el Pentágono busca el pretexto para frustrar este acuerdo. He aquí por qué organiza los vuelos provocativos de los aviones. Ayer ustedes derribaron uno de ellos, mientras que antes no los derribaban, cuando sobrevolaban su territorio. Tal paso será aprovechado por los agresores en sus fines. 

N. Jruschov 

Ese mismo día, 28 de octubre, le respondo a Jruschov: 

Querido compañero Jruschov: 

La posición de nuestro Gobierno en relación a lo que usted nos comunica está contenida en la declaración formulada en el día de hoy cuyo texto seguramente usted conoce. 

Deseo aclararle algo referente a las medidas antiaéreas que nosotros adoptamos. Usted dice: "Ayer ustedes derribaron uno de ellos mientras que antes no los derribaban cuando sobrevolaban su territorio". 

Antes se cometían violaciones aisladas sin un propósito militar determinado o sin un peligro real derivado de esos vuelos. 

Ahora no era ese el caso. Existía el peligro de un ataque sorpresivo sobre determinadas instalaciones militares. Decidimos que no debíamos cruzarnos de brazos porque un ataque por sorpresa, apagados los radares de detección, y los aviones potencialmente agresores volando impunemente sobre los objetivos, podía destruirlos totalmente. No creíamos que debíamos permitir eso después de los esfuerzos y gastos realizados, y además porque nos debilitaría mucho militar y moralmente. Con ese motivo las fuerzas cubanas el día 24 de octubre movilizaron 50 baterías antiaéreas, que era toda, nuestra reserva, para apoyar esas posiciones de las fuerzas soviéticas. Si queríamos evitar los riesgos del ataque por sorpresa era necesario que los artilleros tuviesen órdenes de disparar. El mando de las fuerzas soviéticas le podrá brindar informes adicionales de lo que ocurrió con el avión derribado. 

Antes, las violaciones del espacio aéreo se hacían defactoy de modo furtivo. En el día de ayer el Gobierno americano trató de oficializar el privilegio de violar nuestro espacio aéreo a cualquier hora del día y de la noche. Eso no lo podemos aceptar nosotros, porque equivale a renunciar a una prerrogativa soberana. Sin embargo, nosotros estamos de acuerdo en evitar un incidente en estos precisos instantes que pudiera ocasionar un gran daño a las negociaciones y daremos instrucciones a las baterías cubanas de no disparar, pero sólo mientras duren las negociaciones y sin revocar la declaración publicada ayer sobre la decisión de defender nuestro espacio aéreo. Debe contarse, además, con el peligro de que en las condiciones actuales de tensión accidentalmente pueden ocurrir incidentes. 

También deseo informarle que nosotros somos en principio contrarios a la inspección de nuestro territorio. 

Aprecio extraordinariamente el esfuerzo que usted ha hecho por mantener la paz;y estamos absolutamente de acuerdo con la necesidad de luchar por ese objetivo. Si ello se logra de manera justa, sólida y definitiva, será un inestimable servicio a la humanidad. 

Fraternalmente, 

Fidel Castro Ruz 

Jruschov me escribe el 30 de octubre: 

Querido compañero Fidel Castro: 

Hemos recibido su carta del 28 de octubre y las comunicaciones sobre las conversaciones que Ud., como también el Presidente Dorticós, han tenido con nuestro embajador. 

[...] 

Comprendemos que para Ud. están creadas determinadas dificultades a causa de que hemos prometido al gobierno de los Estados Unidos retirar la base coheteríl de Cuba, en calidad de arma ofensiva, a cambio del compromiso de parte de los Estados Unidos de dejar los planes de invasión a Cuba por tropas de los propios EE. UU.y sus aliados en el Hemisferio Occidental, de levantar así la llamada "cuarentena", es decir, poner fin al bloqueo de Cuba. Esto llevó a la liquidación del conflicto en la zona del Caribe que estaba preñado, como lo entiende bien, del choque de dos potencias poderosas y de su transformación en la guerra mundial termonuclear y de cohetes. 

Como hemos comprendido a nuestro embajador, entre algunos cubanos existe la opinión de que el pueblo cubano desearía la declaración de otro carácter, en todo caso no desearía la declaración sobre el retiro de cohetes. 

[...] 

Además, hay opiniones de que nosotros y Ud., como lo dicen, no hemos llevado a cabo las consultas con motivo de estas cuestiones antes de adoptar la decisión conocida por Ud. 

[...] 

¿Acaso no fue esta la consulta de su parte con nosotros? Hemos comprendido este cable como señal de extrema alarma. Si en las condiciones creadas, teniendo también en cuenta la información de que el desenfrenado grupo guerrerista de los militaristas de los EE. UU. quiso aprovechar la situación creada y realizar el ataque a Cuba, hubiéramos continuado las consultas, habríamos perdido el tiempo y este golpe habría sido asestado. 

Hemos formado la opinión de que nuestros cohetes estratégicos en Cuba se convirtieron en una fuerza atractiva para los imperialistas: se asustaron y a causa del temor de que los cohetes sean puestos en marcha, podían atreverse a liquidarlos por medio del bombardeo o realizar la invasión a Cuba. Y hay que decir que podían ponerlos fuera de combate. Por lo tanto, repito, su alarma tenía todos los fundamentos. 

En su cable del 27 de octubre Ud. nos propuso que fuéramos primeros en asestar el golpe nuclear contra el territorio del enemigo. Usted, desde luego, comprende a qué llevaría esto. Esto no sería un simple golpe, sino que el inicio de la guerra mundial termonuclear. 

Querido compañero Fidel Castro, considero esta proposición suya como incorrecta, aunque comprendo su motivo. 

Hemos vivido el momento más serio, en que pudo desencadenarse la guerra termonuclear mundial. Evidentemente, en tal caso los EE.UU. sufrirían enormes pérdidas, pero la Unión Soviética y todo el campo socialista también sufrirían mucho. En lo que se refiere a Cuba, al pueblo cubano, es difícil incluso decir en general con qué eso podría terminarse para él. En primer término en el fuego de la guerra se quemaría Cuba. No hay ninguna duda de que el pueblo cubano lucharía valientemente, pero que perecería heroicamente de eso tampoco hay duda. 

[...] 

Ahora como resultado de las medidas realizadas hemos conseguido aquel objetivo que planteamos, cuando acordábamos con Ud. enviar los medios coheteriles a Cuba. Hemos arrancado de los EE. UU. la obligación de que no invadan a Cuba ellos mismos y no permitan eso a sus aliados de los países de la América Latina. Todo eso hemos arrancado sin el golpe nuclear. 

[...] 

Desde luego en la defensa tanto de Cuba como de otros países socialistas no podemos confiar en el veto del gobierno de los EE. UU. Hemos adoptado y seguiremos adoptando en adelante todas las medidas para fortalecer nuestra defensa y acumular las fuerzas para el caso de la necesidad del golpe de respuesta. 

[...] 

Consideramos que el agresor sufrió la derrota. Se preparó agredir a Cuba, pero nosotros lo hemos parado y le obligamos a reconocer ante la opinión pública mundial que no lo hará en la etapa actual. Apreciamos esto como una gran victoria. Los imperialistas, desde luego, no van a cesar la lucha contra el comunismo. Pero también tenemos nuestros planes y vamos a adoptar nuestras medidas. Este proceso de lucha se continuará mientras en el mundo existan dos sistemas político-sociales, mientras uno de estos, y nosotros sabemos que será nuestro sistema comunista, no venza en todo el mundo. 

N. Jruschov 

El 31 de octubre —es la última carta que leeré— le contesto a Jruschov en los siguientes términos: 

Querido compañero Jruschov: 

Recibí su carta del 30 de octubre. Usted entiende que sí fuimos consultados antes de adoptar la decisión de retirar los proyectiles estratégicos. Se basa en las noticias alarmantes aue dice llegaban de Cuba y por último mi cable del 27 de octubre. No sé cuáles noticias recibió usted; sólo respondo del mensaje que le envié la noche del 26 de octubre, recibido por usted el 27. 

Lo que hicimos frente a los acontecimientos, compañero Jruschov, fue prepararnos y disponernos a luchar. En Cuba sólo hubo una clase de alarma: la alarma de combate. Cuando a nuestro juicio el ataque imperialista se hizo inminente estimé conveniente comunicárselo a usted y alertar tanto al Gobierno como al mando soviético —ya que había fuerzas soviéticas comprometidas a luchar junto a nosotros en la defensa de la República de Cuba de una agresión exterioracerca de la posibilidad de un ataque que no estaba en nuestras manos impedir, aunque sí resistir. 

[...] 

El peligro no podía impresionamos, porque lo hemos sentido gravitar sobre nuestro país durante mucho tiempo y en cierto modo nos hemos acostumbrado a él. 

[...] 

Muchos ojos de hombres, cubanosy soviéticos, que estaban dispuestos a morir con suprema dignidad, vertieron lágrimas al saber la decisión sorpresiva, inesperaday prácticamente incondicional de retirar las armas. 

Usted quizás no conozca hasta qué grado el pueblo cubano se dispuso a cumplir su deber con la Patria y con la humanidad. 

No ignoraba cuando las escribí que las palabras contenidas en mi carta podían ser mal interpretadas por usted y así ha ocurrido, tal vez porque no las leyó detenidamente, tal vez por la traducción, tal vez porque quise decir mucho en demasiadas pocas líneas. Sin embargo, no vacilé en hacerlo. ¿Cree usted compañero Jruschov que pensábamos egoístamente en nosotros, en nuestro pueblo generoso dispuesto a inmolarse,y no por cierto de modo inconsciente, sino plenamente seguro del riesgo que corría? 

[...] 

Nosotros sabíamos, no presuma usted que lo ignorábamos, que habríamos de ser exterminados, como insinúa en su carta, caso de estallar la guerra termonuclear. Sin embargo, no por eso le pedimos que retirara los proyectiles, no por eso le pedimos que cediera. ¿Cree acaso que deseábamos esa guerra? ¿Pero cómo evitarla si la invasión llegaba a producirse? Se trataba precisamente de que este hecho era posible, de que el imperialismo Moqueaba toda solucióny sus exigencias eran desde nuestro punto de vista imposibles de aceptar por la URSS y por Cuba. 

Y si el hecho se producía, ¿qué hacer con los dementes que desatasen la guerra? Usted mismo ha afirmado que en las condiciones actuales la guerra inevitablemente se transformaría en guerra termonuclear, rápidamente. 

Yo entiendo que una vez desatada la agresión, no debe concederse a los agresores el privilegio de decidir, además, cuándo se ha de usar el arma nuclear. El poder destructivo de esta arma es tan grande y tal la velocidad de los medios de transporte, que el agresor puede contar a su favor con una ventaja inicial considerable. 

Y yo no sugerí a usted, compañero Jruschov, que la URSS fuese agresora, porque eso sería algo más que incorrecto, sería inmoral e indigno de mi parte; sino que desde el instante en que el imperialismo atacara a Cuba y en Cuba a fuerzas armadas de la URSS destinadas a ayudar a nuestra defensa en caso de ataque exterior.y se convinieran los imperialistas por ese hecho en agresores contra Cubay contra la URSS, se les respondiera con un golpe aniquilador. 

[...] 

No le sugerí a usted, compañero Jruschov, que en medio de la crisis la URSS atacara, que tal parece desprenderse de lo que me dice en su carta, sino que después del ataque imperialista, la URSS actuara sin vacilaciones y no cometiera jamás el error de permitir las circunstancias de que los enemigos descargasen sobre ella el primer golpe nuclear. Y en ese sentido, compañero Jruschov, mantengo mi punto de vista, porque entiendo que era una apreciación real y justa de una situación determinada. Usted puede convencerme de que estoy equivocado, pero no puede decirme que estoy equivocado sin convencerme. 

[...] 

No veo cómo puede afirmarse que fuimos consultados de la decisión tomada por usted. 

Nada puedo desear más en estos instantes que estar equivocado. Ojalá sea usted quien tenga toda la razón. 

No son unos cuantos como le han informado a usted, sino muchos los cubanos que en este momento viven instantes de indecible amargura y tristeza. 

Los imperialistas ya empiezan de nuevo a hablar de invadir al país, como prueba de lo efímeras y poco dignas de confianza que son sus promesas. Nuestro pueblo, sin embargo, mantiene inquebrantable su voluntad de resistir a los agresores y quizás más que nunca necesite confiar en sí mismo y en esa voluntad de lucha. 

Lucharemos contra las circunstancias adversas, nos sobrepondremos a las dificultades actuales y saldremos adelante sin que nada pueda destruir los lazos de amistad y gratitud eterna hacia la URSS. 

Fraternalmente, 

Fidel Castro 

Estas cartas ya han sido publicadas anteriormente, pero he considerado oportuno incluirlas en este recuento que hago hoy, a instancias suyas, de la Crisis de Octubre, porque, como le dije, no sería posible sin ellas comprender plenamente en toda su magnitud política, moral y militar nuestra conducta durante esa crisis. 

En septiembre de 1991, el presidente soviético Mijaíl Gorbachov, durante una visita a Moscú del Secretario de Estado norteamericano James Baker, negoció con Estados Unidos, y Moscú retiró de Cuba las últimas tropas soviéticas, la denominada "Brigada de Instrucción de Infantería Mecanizada". ¿Lo consultaron esa vez con ustedes? 

No, ¡qué van a consultar!, estaban ya en plena decadencia. Ellos nunca consultaron. Todo lo que se llevaron de aquí se lo llevaron sin consultar. En la Crisis de Octubre no consultaron y se comprometieron a que la retirada de los cohetes sería inspeccionada, bajo fiscalización de las Naciones Unidas. Nosotros dijimos: "No, aquí no inspecciona nadie, no se autoriza, si se quieren ir no es asunto nuestro." Bueno, inventaron que los inspeccionaran en el camino, en alta mar. Aquello fue motivo de una situación bastante tensa, por la forma en que lo hicieron; pero la URSS era una superpotencia todavía. Sería largo hablar de eso, se cometieron muchos errores, ya me he referido a este tema en otras ocasiones. 

Sobre esto, una puntualización. Cuando ellos retiran, en 1991, la brigada soviética de Cuba... 

Eso lo negociaron directamente con Estados Unidos, sin consultarnos; todo lo han negociado sin consulta. Ahora, no tenía ninguna importancia negociar esa brigada; esa brigada estaba muy debilitada en su personal y en sus medios, cómo podía combatir si ya la URSS estaba muy dividida y la brigada contaba con personal de las distintas repúblicas, a pesar de que los militares rusos son técnicamente bien preparados y son valientes; lo demostraron en la Segunda Guerra Mundial. Pero ya la situación política de la antigua URSS era muy mala. 

Ahí también se podía haber imaginado que, a cambio de retirar esa brigada soviética de aquí, los norteamericanos se retirasen de la base de Guantánamo, ¿no? 

Bueno, eso únicamente cuando la Crisis de Octubre, como le dije. Se pudo haber obtenido fácilmente, con un poquito de ecuanimidad y sangre fría, porque el mundo no estaba dispuesto a ir a una guerra nuclear por caprichos del gobierno de Estados Unidos. 

A una guerra mundial. 

Nosotros planteamos cinco demandas, entre ellas el cese de los ataques piratas y los actos de agresión y de terrorismo contra Cuba, que se mantuvieron después durante decenas de años; el cese del bloqueo económico, la devolución del territorio que ocupa arbitrariamente la base naval de Guantánamo. Todo eso se habría podido obtener, dentro de aquella dramática tensión, puesto que —como le dije— nadie estaba dispuesto a ir a una guerra mundial por un bloqueo económico contra Cuba, unos ataques terroristas y una base que era ilegal, en un territorio ocupado contra la voluntad del pueblo cubano. Nadie habría ido por eso a una guerra mundial. 

La presencia de los proyectiles estratégicos era un motivo muy fuerte para unir a Estados Unidos y sus aliados. Pero lo importante era el hecho de que no tenía nada de ilegal el acuerdo con los soviéticos en virtud del cual se establecieron los cohetes frente a un peligro real de invasión ya planeada con todos sus pretextos. Los historiadores norteamericanos, en sus propios archivos, conservan todos los papeles que demuestran eso: el proyecto de invadirnos. De modo que cuando los soviéticos propusieron instalar los cohetes como una forma de garantizar nuestra seguridad, ya estaba trazado el plan norteamericano de invasión a Cuba, después de Girón; ya los pretextos para invadirnos estaban elaborados desde febrero de 1962, y los proyectiles creo que comenzaron a llegar aquí en julio. 

En el verano de 1962. 

Sí, fue en ese verano, habían pasado meses. Es muy posible que los soviéticos mencionaran aquello porque ellos solían tener bastante información, ambas superpotencias se estuvieron espiando decenas de años por todos los medios habidos y por haber. Por métodos de espionaje o métodos de inteligencia, los soviéticos conocían el plan de invasión a Cuba. No nos dijeron que lo conocían, sino más bien que lo deducían de las conversaciones de Jruschov con Kennedy en Viena, etcétera; pero con toda seguridad lo conocían. 

No tenía nada de ilegal nuestro acuerdo con los soviéticos, si los norteamericanos tenían en Turquía unos cohetes Júpiter de la misma categoría, y también en Italia, sin que nadie intentara bombardear o invadir esos países. El problema no fue de legalidad, todo era absolutamente legal, sino del manejo político incorrecto que hizo Jruschov de la cuestión, cuando, aun teniendo tanto la URSS como Cuba un legítimo derecho, comenzó a elaborar teorías sobre armas ofensivas y no ofensivas. En una batalla política no se puede perder la moral acudiendo a disfraces y mentiras. 

Lo acordado era absolutamente legal, repito, legítimo, justificado, incluso. No fue un acto ilegal. Lo incorrecto fue el empleo de la mentira para desinformar, lo cual envalentonó a Kennedy. Este disponía ahora de una prueba real, que los norteamericanos obtuvieron ya desde el aire, a través de su avión espía U-2, que viola el espacio aéreo y se le permite. Si usted instala los cohetes tierra-aire, no puede permitir que vuelen por encima del territorio que debe defender. Estados Unidos no permite que un avión vuele sobre su territorio, ni le habría permitido a un avión de observación soviético volar sobre sus cohetes en territorios de Italia y Turquía. 

Hubo muchos errores políticos y militares; es indispensable conocerlos para explicar lo que pasó entonces. En octubre de 1962, no es que lo autorizáramos, sino que no adoptamos medidas para impedir que se llevaran los cohetes, porque íbamos a entrar en conflicto con las dos superpotencias, y eso era mucho para Cuba. 

¡Hubiera sido demasiado! 

Nosotros teníamos el control del país, y aquí no se mueve nada si nosotros lo hubiéramos decidido, pero hubiese sido una insensatez, no habría tenido sentido. Lo que no autorizamos fue la inspección. Protestamos, expresamos nuestra inconformidad y demandamos los cinco puntos. 

Ahora, cuando los soviéticos —fue así, como le estoy contando— negociaron con los norteamericanos dentro de esa política, dentro de ese amorío surgido en aquellos días, un amor ardiente dentro de una guerra muy fría, junto con los norteamericanos optaron por inspección en alta mar en lugar de inspección en territorio cubano. 

Después, cuando en octubre de 2001 anunciaron que cerraban y se llevaban el Centro de Exploración Electrónica,[1] era una decisión tomada, solo que nos la informaron buscando nuestra conformidad. 

¿Ustedes tampoco la dieron? 

Nosotros estábamos en desacuerdo con eso, porque durante la visita de Vladimir Putin a Cuba, en diciembre de 2000, visitamos ese Centro, una base electrónica importante situada al Sur de La Habana. Putin vino muy amistosamente. Me encontré, en ese Centro, una especie de gueto, porque allí los soviéticos estaban aislados, autoaislados con las familias, y hasta decidimos elaborar unos programas para los niños, para visitas a lugares de interés cultural y recreativo y otras actividades. Yo no sabía que se hallaban en esa situación. Cuando anunciaron que cerraban el Centro y se lo llevaban, ésa fue una decisión unilateral. Lo plantearon unos diez meses después de la visita de Putin. Ni una ni otra vez hubo acuerdo previo. 

A pesar de aquella Crisis de Octubre, usted conserva una opinión positiva de Kennedy. 

Kennedy adquirió autoridad con esa crisis, mostró que tenía capacidad para instrumentar una respuesta efectiva. 

Si hubiéramos participado en las negociaciones, lo hubiéramos hecho de forma constructiva. Quizás se hubiera entablado un diálogo, un intercambio de impresiones que hubiera podido evitar muchos de los problemas que nuestros países han enfrentado después. 

Sobre Kennedy, independientemente de lo que pasó, a la hora de juzgar su política, debo analizar qué época vivíamos, qué doctrinas prevalecían, qué perturbación podía causar el hecho de una revolución que se había declarado socialista a 90 millas de Estados Unidos, y por su cuenta, ya que en Cuba los soviéticos no dieron un centavo para la Revolución, ni un fusil. 

Yo no conocía, en enero de 1959, a un solo soviético, ni a los dirigentes. 

¿Parece que su hermano Raúl sí conocía a algunos soviéticos? 

Raúl había conocido a uno, Nikolai Leonov, un joven soviético con quien coincidió en el mismo barco en que regresaba de un congreso internacional por los derechos de la juventud celebrado en Viena, Austria, en 1953. Ya le conté que Raúl se había afiliado a la Juventud Socialista. ¡Hicieron una buena conquista! No hay duda. Y conoció a Leonov —todavía vive—, que iba como diplomático para México. Vinieron juntos en el mismo barco y nada más. El socialismo no vino aquí por clonación, ni por inseminación artificial. Aquí fue muy distinto, y eso hay que tenerlo en cuenta cuando se compare a Cuba con el resto de los procesos o intentos de construcción del socialismo en los países del Este de Europa, que ahora están intentando construir el capitalismo. 

A pesar de la evolución histórica, del desarrollo de la sociedad humana y de las tendencias que más influyen e incluso determinan sobre ella, hay factores de carácter subjetivo que inciden extraordinariamente en los acontecimientos, retrasando o adelantando, a veces, el curso probable de la historia. 

En el caso de Cuba, no hay la menor duda de que una combinación de factores objetivos y subjetivos aceleraron el proceso revolucionario y de cambios en nuestro país. Todo eso condujo al enfrentamiento con Estados Unidos y a la Crisis de Octubre de 1962. 

Pero Kennedy se mostró sensato en aquel momento, no quiso complicar las cosas, dio orden de suspender los vuelos rasantes, también ordenó más tarde la suspensión de la Operación Mangosta.[2] Todo eso creó un odio intenso contra Kennedy por parte de todos los adversarios de la Revolución Cubana, porque no dio orden a la flota de intervenir en Playa Girón en apoyo de los mercenarios, y porque no aprovechó la tensión de la Crisis de Octubre para intervenir contra nosotros, como se lo aconsejaban muchos generales y muchos enemigos nuestros. Ellos pueden haber estado detrás de la conspiración para asesinarlo. Aunque yo no tengo pruebas, hago deducciones de lo que pudo pasar. Me atrevo a decir que esto es así, hay fundadísimas razones para ser suspicaz. 

Cuando matan a Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, acusan a Lee Harvey Oswald y se dijo que tenía simpatías por Cuba. ¿Piensa usted que se trató de implicar a Cuba en ese asesinato? 

Menos mal que no se le dio permiso a ese tipo para visitar a Cuba. Eso podía haber sido una gran manipulación y una gran provocación, porque podían haberlo utilizado para inculpar a Cuba. En realidad, nosotros, cuando se hizo la investigación, dimos toda la información que teníamos. 

¿Qué piensa usted de la versión oficial del asesinato de Kennedy? 

Bueno, todo está muy extraño. Debido a la especialización que yo adquirí en el tiro de precisión, no concibo que con un fusil de mirilla telescópica se haga un disparo, se repita y se dispare de nuevo en un lapso de segundos. Cuando usted dispara con la mirilla telescópica, el arma se mueve milímetros y el blanco se pierde. Usted está apuntando a un plato que está a 500 o a 600 metros, y con el movimiento del disparo se sale de foco el blanco y tiene usted que buscarlo otra vez. 

Si estás en una ventana y disparas, inmediatamente tienes que cargar, buscar otra vez el blanco y disparar, y buscar un blanco en movimiento con una mirilla telescópica en fracción de segundos es muy difícil. Hacer tres disparos tan certeros por alguien que seguramente no tenía mucha experiencia es muy difícil. 

¿Usted piensa que había varios tiradores? 

Lo que yo no me explico de esos disparos es la forma en que se hicieron. No puedo elaborar otra teoría. Hay un montón de teorías. De lo que puedo hablar es sólo a partir de mi experiencia en el uso de un arma con mirilla telescópica, y lo que dice la versión oficial no es posible, sencillamente. 

Hay dos fenómenos ininteligibles para mí en ese asesinato: uno, el tipo de disparo que hace un hombre con un fusil, y que repite con una puntería tremenda en un tiempo muy breve. Eso no se concilia con la experiencia que he vivido. 

Segundo, Oswald está preso,' está allí en una prisión y llega un alma caritativa y noble, aquel Jack Ruby tan condolido de la tragedia, y allí mismo, delante de la policía y de las cámaras de televisión, mata a Oswald. No sé si alguna otra vez pasó algo parecido en algún otro lugar. 

¿Usted desconfía de la versión oficial? 

Sí. Yo desconfío totalmente de la versión sobre cómo tiró ese Oswald. Y Arthur Schlesinger, un asesor de Kennedy que después ha estado aquí,[3] escribió un libro[4] de 900 páginas en el que narra toda la historia y dice quién era este hombre. Este Oswald trató de venir aquí, y como la gente nuestra tenía una desconfianza terrible, le dijeron que no. 

Ahora, imagínese que el tipo viene aquí y después va para allá y a los pocos días mata a Kennedy, precisamente una semana después de su visita a Cuba. Hay un plan ahí, no sólo contra Kennedy, sino contra Cuba. Yo sabía que era imposible esa versión. Schlesinger cuenta detalles. 

Oswald posiblemente era un agente doble. Se sabe cómo es la cosa, que va a la Unión Soviética y viene, y se sabe cómo se vigilaban en plena guerra fría unos a otros. 

Él había estado en la Unión Soviética. 

Sí, estuvo allá, se casó con una soviética, después regresó y se divorció. Schlesinger busca hasta una tesis casi freudiana para explicar la conducta del individuo. 

¿Qué pretendía ese individuo al tratar de venir a Cuba? ¿Cómo demonios pudo el tipo éste, Jack Ruby, llegar a la estación de policía y matar a Oswald? Esas son dos cosas sumamente extrañas, que alimentan, con razón, toda la suspicacia y la idea de alguna conspiración. Pero yo no tengo elementos, no puedo hacer más que especular. De lo que puedo hablar es de esas dos cuestiones, y sobre todo de la imposibilidad física de los disparos, que lo lleva a uno a cuestionar la veracidad de la explicación que se dio en torno a todo eso.


(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 307-329)  ©

 

 

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