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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Componentes Árabes En la Cultura Cubana-Capítulo I.

 

 

 

Capítulo I

Los comienzos. Moriscos, árabes y bereberes

en la isla recién colonizada

 

1492, el año que marcó el encuentro de dos mundos hasta entonces no relacionados, fue también la fecha de la derrota del gobierno nazarí de Granada a manos del reinado católico de Isabel y Fernando, que puso fin a 781 años de dominio político árabe-musulmán en España. Los Reyes Católicos lograban así el inicio de una unidad religiosa bajo los signos del más ferviente catolicismo, opuesto a toda influencia musulmana o judía en los reinos españoles.

El fin de la gobernatura árabe en tierra granadina coronó el proceso de reconquista de los territorios españoles por parte de los diversos reinos cristianos desde el siglo XI. En dicha coyuntura permaneció en los territorios cristianizados una población musulmana de origen árabe que continuó practicando su credo, sus hábitos culturales y tradiciones, a cambio del pago de un tributo especial; el grupo étnico fue identificado con el nombre de "mudejar", según algunos autores un término derivado de la voz árabe mudajjan, que significa tributario, manso, domesticado.

Entre los siglos XII, XIII y XIV los mudejares convivieron con el poder político cristiano en armonía y tolerancia, incluso en las Capitulaciones para ¡a entrega de Granada, firmadas por los Reyes Católicos el 25 de noviembre de 1491, se garantizaba para aquel reino una minoría mudejar estable semejante a las morerías de Castilla y Aragón Sin embargo, a partir de 1499 (y durante los comienzos del siglo XVI) la monarquía española produce un cambio en esta política y desencadena una persecución antimusulmana en Granada y otras ciudades del sur de España (la antigua Al-Andalus islámica). El Estado adoptó la catolización y el exilio de los moriscos —término con el que se denominó a los mudéjares después de la política inflexible de la corona hispánica— que rechazaban el bautizo, convirtiéndolos así, en una población marginal dentro de la sociedad oficial, (¿os aromas de Al-Andalus, 1998: 16). Paralelamente, el sultán turco, Solimán el Magnífico, intentaba islamizar el Oriente y centro de Europa sitiando la ciudad de Viena en 1529. (M. Watt, 1992: 164-165).

Durante el transcurso del siglo XVI los moriscos españoles fueron objeto de numerosas medidas discriminatorias, entre las que destacan el uso de una media luna en el hombro derecho, la instalación en las ciudades de mesones separados destinados a los moros llegados del exterior, el aprendizaje del castellano en un plazo de tres años y la prohibición del empleo de la lengua árabe y de nombres y sobrenombres musulmanes.

Muchos moriscos en condición de esclavos aparecen vinculados a las flotas castellanas desde el Medioevo, lo que constituyó una de las vías que les hace aparecer en la América recién colonizada. Probablemente en esta época y desde el mismo primer año del mal nombrado descubrimiento, se enrolan en las expediciones de los adelantados y los gobernadores peninsulares, así como también un grupo indeterminado de judíos que burlaban las disposiciones oficiales, pues eran incesantemente perseguidos por la Inquisición, incluso en las colonias.

En el caso de los moriscos y de las etnias berbenes (autóctonas de Berbería, actual Magreb), la monarquía advirtió constantemente de su segura presencia en las colonias americanas; en tal sentido se destaca la Real Cédula de Carlos I de España y V de Alemania: 

"Nos somos/

ynformados que en esas partes han passado y de cada día passan al/

gunos sclauos, y sclauas berberiscos, y otras personas libres nueva/

mente convertidos de moros y hijos de ellos, estando por Nos prohibido/

que en ninguna manera pasen, por los muchos yncombenientes que/

por speriencia a parecido que de los que han pasado se an seguido; y/

porque se escusen los daños que podrían hacer los que hubieren/

passado y, de aquí en adelante passaron porque en una tierra nueva como essa,/

donde nuebamente se planta lafee, conbiene que se quite toda ocasión,/

porque no se pueda sembrar y publicar en ella ¡a secta de Mahoma/

ni otra alguna en ofensa de Dios nuestro Señor y perjuicio de Nuestra Soneto Fee Catholica..." (M. Rodríguez, 1876, t. 2: 485-486).

De tal forma se temía que con la entrada de grupos étnicos de antigua confesión musulmana se afianzara una influencia no deseable por España, que iniciaba en América una colonización integral (económica, política, y religiosa).

Como huella de la temprana presencia berberisca en Cuba, el sabio Fernando Ortiz, comprobó la llegada de un esclavo negro de Berbería en 1568, clasificado como "berberí". (F. Ortiz, 1987: 43).

En los libros bautismales de la Catedral de La Habana aparecen las primeras huellas de presencia de moriscos en la capital en el siglo XVI (ver Anexos). Y en 1596 un grupo de cuarenta y cuatro esclavos musulmanes de composición étnica heterogénea aparecen relacionados en una lista transcrita por el destacado investigador César García del Pino. (C. García del Pino, 1988: 66-67). Se trataba de personas a bordo de la galera "San Agustín" llegadas junto a un grupo de forzados y presidiarios españoles y americanos, muchos de los cuales fueron liberados, y pasaron a servir en las fuerzas de La Habana, según consta en el citado documento.

La lista de sus nombres y las ciudades o áreas de procedencia, indican la pertenencia religiosa muslímica. La diversidad incluye a dos moriscos españoles.

1. RELACIÓN DE LOS ESCLAVOS ÁRABES, BERBERÍES, TURCOS Y EUROPEOS ESTACIONADOS EN LA HABANA EN 1596, PROVENIENTES DE LA GALERA "SAN AGUSTÍN"

 

 

 

La presencia de esclavos árabes, berberíes y representantes de otras etnias filo-musulmanas en las flotas navales españolas se explica en parte por las características del almirantazgo hispano: la captura de esclavos otorgaba derechos al almirante para cobrar íntegramente el llamado quinto de las presas. Las constantes incursiones por las costas del Mediterráneo africano y europeo facilitaban el apresamiento de personas islamitas.

José Luciano Franco señalaba en tal sentido que la esclavitud subsistente en las leyes castellanas desde el siglo VIII d.n.e. hasta después del período de los Reyes Católicos, estaba compuesta fundamentalmente de los "moros" (entiéndase bereberes y árabes) prisioneros de las guerras, quienes se compraban y vendían como mercancías. O- L. Franco, 1980: 7).

Los datos ofrecidos por el listado de García del Pino proceden del siglo XVI, cuando la geografía política de África del Norte distaba mucho de la distribución moderna de las fronteras estatales en la región.

La toponimia utilizada entonces —para África y otros casos— fue el reflejo de la división administrativa y política en el área. Berbería era la denominación aproximada del Magreb actual (Marruecos, Argelia y Túnez). Otras tres regiones (Numidia, Libia y la denominada Tierra de Negros) completaban el cuadro geográfico del continente africano. (J. L. Africano, 1995: 61).

Algunos topónimos utilizados en la citada lista para identificar la procedencia de los esclavos, parece indicar el reino o sultanato de origen, por ejemplo, Fez y Marruecos.

El reino de Marruecos estaba situado al sudoeste del país actual y equivalía a la ciudad de Marrakech y sus territorios dependientes. (J. L Africano, 1995: 91).

El reino de Fez se encontraba al norte del anterior, comenzaba en el río Ommirabi en la costa atlántica y comprendía además de Fez, las ciudades de Miquinas, Tetuan y Sela.

Las ciudades de Mostagani y Meliana pertenecían al reino de Tremecén en la llamada Berbería Central, coincidente con algunas áreas geográficas de la Argelia contemporánea. Asimismo, Túnez constituía otro reino independiente de la región. Argel era un sultanato, al igual que el resto, bajo dominio otomano. O- L. Africano, 1995: 133,211).

Escandaría era el nombre griego de Alejandría, importante y estratégica ciudad de Egipto. Anatolia (en Turquía) y el resto de las toponimias de la Tabla #1 no pertenecen al mundo árabe, pero tienen gran peso de componente islámico en su población.

Junto a la leve presencia etnodemográfica de árabes, berberíes y moriscos en los primeros siglos de la conquista, deben destacarse otras huellas de la influencia arábiga por vía peninsular: la lingüística y la arquitectónica.

La influencia árabe en el lenguaje se puede catalogar de espontánea o natural ya que nuestro pueblo heredó la lengua castellana de los colonizadores, idioma teñido por aproximadamente cinco mil vocablos de origen árabe, aunque modificada por los cambios lógicos de toda transculturación. Además, destacados lingüistas han descubierto en los cubanismos catalogados por Fernando Ortiz, gran variedad de voces árabes. (S. Fanjul, 1996: 15-16).

La huella arquitectónica, por su parte, está vinculada al tipo de fabricación realizado en el sur de España. El 36.9% de la inmigración hispánica a América entre 1492 y 1600 provenía de Andalucía, (J. Guanche, 1996: 27) por lo que se infiere que estos inmigrantes peninsulares, incluyendo los moriscos conversos, fueran responsables directos de la presencia del estilo mudejar en Cuba.

El mudejarismo se componía básicamente de la combinación del estilo árabe-musulmán con los elementos constructivos cristianos, y floreció en Cuba desde inicios del siglo XVII, gracias a los estrechos contactos de la ciudad de Sevilla con nuestra ínsula. Así se explica el texto de un acta del Cabildo de La Habana fechado el 17 de agosto de 1607:

En este cabildo [ininteligible] relación Juan López de

Aviles, Procurador General que en otros cabildos ha

pedido y suplicado para que se traigan patrones y

medidas de la teja cal y ladrillos para que haya

buena orden en ¡os edificios y porque agora es venido

a la noticia que Manuel Saldaña alarife

desta Ciudad tiene la noción de la forma que se

guarda en la Ciudad de Sevilla pidió al dicho

cabildo la exhiba para que siendo justa se guarde

en esta Ciudad; y por la dicha justicia y regimiento

visto mandaron se le notifique exhiba la

forma y recado que el dicho Manuel de Saldaña

tiene y que se traiga a este Cabildo para que visto

se provea lo que más convenga...

(Acta capitular..., 17 de agosto de 1607, Archivo Histórico del Museo de la Ciudad de La Habana).

En Cuba este estilo ha sido denominado pseudomudéjar por los especialistas más autorizados, (]. Weiss, 1979,1.1:75) debido al injerto de los elementos moriscos en otras formas estilísticas de la Metrópoli; algunos rasgos de las casas cubanas identifican claramente lo mudejar, destacando fundamentalmente el patio "con antecedente hispano-mahometano [entiéndase hispano-musulmán] que era (...) su propio corazón, [pues constituía] el medio principal para la circulación y la ventilación de la casa". O- Weiss, 1979,1.1: 75).

Otros elementos mudejares de las casas criollas son el clásico techo de alfarje, que utiliza el sistema de par y nudillo; también destacan las zapatas intercaladas entre los postes, y las soleras de las casas talladas en forma de pico de loro, con indefectible sello morisco. (J-Weiss, 1979, t. 1:78).

Aunque no son muchas las huellas conservadas de las formas mudejares, cabe señalar que su presencia es observable en edificios civiles de La Habana como los de Tacón #12 y Oficios #12, y en iglesias tan importantes como la parroquial de Remedios y la iglesia del Espíritu Santo en La Habana.

 

 

Un tercer elemento se sumó al acervo demográfico-cultural de lo árabe e islámico en Cuba previo al período de la inmigración directa posterior.

Fernando Ortiz apuntaba la entrada en Cuba de esclavos mandingas islamizados. Los miembros de este grupo étnico, procedente de la costa occidental de África, "sabían leer y escribir el lenguaje" (F. Ortiz, 1986: 38) con que les fue enseñado el Islam (la lengua árabe). Fueron precisamente ellos quienes introdujeron en Cuba el tradicional saludo musulmán As Salamu Aleikum (la paz sea con usted), que fue asimilado en sus cultos por los paleros, de origen bantú. Se puede conjeturar, sin embargo, que el referido saludo pudo haber entrado también por la vía de los esclavos árabes y berberiscos norafricanos, ancestrales practicantes del Islam.

 

 

 

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Capítulo VI  | Capítulo VII  | Capítulo VIII 

 

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El autor 

 
 
 
 

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